Existe mucha información en las redes sociales sobre el uso del aceite en la dieta del caballo. La oferta del mercado es muy amplia y a pesar de esto, me encuentro con que el consumidor sigue sin tener claro qué aceite escoger, por qué debería utilizarlo y qué diferencia hay entre unos y otros.
Este artículo pretende arrojar luz sobre todas estas incógnitas de una forma entendible, sencilla y práctica, porque en realidad la explicación es muy simple.
El caballo no tiene requerimiento de grasa como tal, puesto que es capaz de sintetizarla por sí mismo al igual que nosotros. Sin embargo, existen dos tipos de ácidos grasos que no puede sintetizar. Son los llamados Omega 3 (ácido alfa linolénico) y Omega 6 (ácido linoléico), ambos vitales para el correcto funcionamiento del organismo. Se denominan ácidos grasos esenciales, precisamente porque necesitan ser aportados por la dieta, de otro modo el caballo, no es capaz de producirlos.
Es importante recalcar que ambos omegas 3 y 6, son necesarios para las distintas funciones biológicas, pero que el equilibrio de estos es lo que va a determinar que un aceite sea más o menos adecuado.
Funciones de los omegas 3 y 6
Estos dos omegas, forman parte de las membranas celulares e intervienen en el correcto funcionamiento del sistema inmunitario, sistema nervioso, función neuromuscular, expresión genética, visión, fertilidad, salud de la piel y el pelo, desintoxicación celular, presión arterial y equilibrio de los procesos inflamatorios y antiinflamatorios, entre otros.
Es esta homeostasis de los procesos inflamatorios donde realmente necesitamos entender que el ratio de los omegas es muy importante.
Si simplificamos mucho las cosas, podemos decir que el exceso de omega 6 tiene un efecto pro inflamatorio en el organismo, mientras que el omega 3 es antiinflamatorio, esto es debido a que los productos finales del metabolismo de estos omegas, son utilizados como “herramientas” para producir inflamación o bien para detenerla. Debido a que tanto omega 3 como 6, compiten por la misma enzima para estos procesos, si hacemos un abuso de omega 6, el omega 3 se queda sin poder fabricar sus herramientas para detener la inflamación y cebamos los metabolitos pro inflamatorios.
Pensando en una explicación entendible, se me ocurre un ejemplo práctico: una población necesita la construcción tanto de viviendas, como de calles que den organización a esas viviendas, para que su estructura sea funcional y no caótica. Para ambas cosas, necesitamos utilizar cemento, pues bien, si el cemento sólo se provee a los trabajadores construyendo viviendas (omega 6), la estructuración de vías y accesos (omega 3), será nula o muy deficiente, por lo que las viviendas se amontonarán de forma potencialmente destructiva. Si suministramos cemento a ambos grupos de trabajadores, dando acceso y viabilidad a esas viviendas, se produce una homeostasis (equilibrio) funcional y saludable para la población.
Contenido de omegas en los diferentes aceites
Ahora que ya hemos entendido que este equilibrio es absolutamente necesario, vamos a definir cuál es el ratio adecuado entre omega 3 y 6.
El balance de omegas saludable en la dieta del caballo es de 4:1 siendo 4 para el omega 3 y 1 para el omega 6. Este ratio, es el naturalmente presente en el pasto por ejemplo. Sin embargo, durante la henificación, el omega 3 se pierde en gran medida debido a la oxidación. Los cereales son muy altos en omega 6 y los productos comerciales también suelen contener unos ratios muy invertidos, debido al uso de estos cereales y de aceites muy desequilibrados en omegas como el de soja, girasol y maíz para su fabricación.
Este es el contenido aproximado de omega 3:6 de los principales aceites (en verde omega 3 y en rojo, omega 6).
Linaza 4:1, Chía 4:1, Camelina 2:1, Soja 1:7, Maíz 1:57, Girasol 1:71
Como podéis ver, las semillas o aceites que más se ajustan al balance ideal son los de linaza y chía; camelina en menor medida. El resto de aceites cuenta con omegas 3 y 6 invertidos, luego son pro inflamatorios.
Ahora vamos a pensar lo que sucede en el día a día de nuestros caballos. Lo habitual es que el caballo se alimente de forrajes henificados donde el omega 3 se ha perdido, grandes cantidades de cereales directos o contenidos en los piensos cuyos ratios están también alterados y por añadidura los concentrados comerciales están añadiendo en los últimos años, un contenido muy elevado de aceites como fuente de energía que proviene de la soja, maíz y girasol. Esto es lo que se llama una dieta pro inflamatoria.
A todo esto, sumemosle la oxidación, micro inflamación y posibles lesiones que se producen durante el ejercicio en las diferentes disciplinas ecuestres, donde el requerimiento de antioxidantes aumenta por la alta producción de radicales libres. En un estado ya pro inflamatorio, añadimos una dieta que va a alimentar toda la cascada inflamatoria, en lugar de ayudar con una alimentación antiinflamatoria.
Si a esas alturas seguís conmigo en el proceso de comprensión de este artículo, os habréis dado cuenta de que aceites como los de maíz, soja y girasol no deberían, en mi opinión, suplementarse en la dieta del caballo y que contribuyen al deterioro de todos los sistemas del caballo de forma proinflamatoria.