En muchos aspectos, las cebras se parecen mucho a los caballos (o ponis, dado su tamaño). Sin embargo, las diferencias subyacentes en el comportamiento han significado que, si bien los caballos y los burros se han domesticado con éxito, la cebra sigue siendo predominantemente salvaje. Entonces, ¿cómo fue capaz la cebra de evitar el destino de domesticación de sus parientes los caballos?
Debido a su obvia similitud con los caballos, los humanos han intentado montar y competir con cebras. En la película de 2005, Racing Stripes, la historia de una joven cebra que quería competir en carreras de caballos, los realizadores se vieron obligados a trabajar con un caballo para algunas escenas de la película.
La crin y la cola de las cebras son de hecho más similares a las de los asnos y reflejan la historia evolutiva del género Equus. Aunque los caballos, los burros y las cebras evolucionaron a partir de un ancestro común (Hyracotherium) que vivió en Europa y América del Norte hace unos 55 millones de años, la divergencia significó que la cebra y el burro están más estrechamente relacionados entre sí que con el caballo.
Los équidos de América del Norte (miembros de la familia de los caballos) desaparecieron hace unos 8.000 / 10.000 años, y en Europa y Asia, el hombre del Paleolítico cazaba extensamente las manadas de caballos salvajes en las llanuras abiertas. Una combinación de cambio climático, forestación y depredación humana empujó a los animales hacia el este, hacia los semidesiertos de Asia central.
El ancestro salvaje de los caballos domésticos de hoy (Equus ferus) fue domesticado por primera vez en la estepa euroasiática occidental, un área donde se encontró la evidencia arqueológica más antigua de caballos domesticados. Investigaciones recientes también muestran que las manadas domésticas fueron repobladas repetidamente con caballos salvajes mientras se extendían por Eurasia.
Los humanos mantuvieron a los caballos inicialmente como animal de consumo, pero su potencial como medio de transporte, comunicación y guerra hizo que tuvieran una importancia creciente en el desarrollo de la civilización humana. En Mongolia, la tierra del caballo, el legendario señor de la guerra del siglo XIII Genghis Khan utilizó el animal para establecer un dominio que se extendía desde Hungría hasta Corea y desde Siberia hasta el Tíbet: un imperio asiático ganó a caballo.
Entonces, si los caballos eran tan importantes para la civilización humana, ¿por qué no la cebra? Los seres humanos se originaron en África, por lo que parece extraño que se perdieran la explotación de un animal tan potencialmente útil que vivía en el mismo continente.
Sin embargo, a diferencia de los équidos de Eurasia, la población de cebras de África era relativamente segura y estaba particularmente bien adaptada a su entorno. Todos los équidos son especies de presa herbívoras con una respuesta bien desarrollada de «huida». Pero para sobrevivir en un entorno donde abundan los grandes depredadores, incluidos leones, guepardos y hienas, la cebra se convirtió en un animal particularmente despierto y receptivo que huye frente al peligro pero que también posee una respuesta poderosa de ataque si es capturado.
La patada de una cebra puede romperle la mandíbula a un león. Pueden morder salvajemente y posee un rápido reflejo que les ayuda a evitar ser atrapados por un lazo. La familiaridad con los cazadores-recolectores humanos también puede haber fomentado una fuerte respuesta de rechazo al ser humano.
Todo esto nos lleva a unos animales huidizos y que no cumplen con los criterios de domesticación. Según el explorador y erudito inglés Francis Galton (un pariente de Charles Darwin), estos criterios incluyen adaptabilidad, facilidad de cuidado, ser útil y mostrar entrega y docilidad.
Aunque era posible domesticar cebras de forma individual, esta especie no era buena candidata para la domesticación. Además de la naturaleza intratable de la cebra y su fuerte instinto de supervivencia, el hecho de que esta especie sea «alimento para leones» también podría haberlos hecho desisitir a los primeros humanos.
Sin duda, la domesticación y la cría selectiva habrán cambiado tanto las características físicas como de comportamiento del caballo, que durante las primeras etapas probablemente habría sido más pequeño, más salvaje y más parecido a la cebra que el caballo actual.
Y aunque los caballos pueden trabajar más duro, vivir en entornos más urbanos y obedecer a las órdenes de sus dueños, también llevan vidas más seguras. La domesticación salvó al caballo de la extinción. De hecho, como estrategia de supervivencia, la domesticación ciertamente ha funcionado para la población mundial de caballos, que asciende a 60 millones.
Por el contrario, el número de cebras probablemente sea ahora inferior a 800.000, y los humanos representan la mayor amenaza para su supervivencia. Ante estos hechos, ¿cuál de ellos preferirías ser?