Te pongo en contexto: estoy trasladando al caballo desde un paddock donde no hay hierba a otro para que esté suelto y pastando. Es un caballo muy comilón y está impaciente por irse a comer. Hasta aquí todo bien, es su instinto y yo debo entenderlo, aunque el hecho que lo entienda no significa que le permita que me atropelle o no se comporte correctamente, ya que mi seguridad va en ello. Debe entender que no puede vivir con seres humanos si reacciona a todo por instinto sin controlar su cuerpo y sus impulsos.
Si no aprende esta norma básica, para nosotros será como si estuviéramos viviendo con un animal salvaje y estaríamos en peligro a todas horas.
Analicemos la imagen
El caballo está dando muchas señales manifestando su desacuerdo, ¿qué señales apreciamos aquí?
- Levanta la cabeza y la tuerce hacia mí
- Tuerce el morro
- La oreja de mi lado está un poco baja, hacia atrás
Las señales principales de tensión se pueden ver claramente en el morro y en la oreja.
En la publicación anterior hablábamos de la energía, y en esta imagen se aprecia claramente la energía por parte del caballo: quiere decirme lo que tengo que hacer para que le deje ir a comer cuanto antes.
Esta energía viene acompañada de las señales que hemos mencionado anteriormente y choca con la energía que yo transmito con mi lenguaje corporal (tranquilo pero firme).
- Mi cuerpo está relajado en una posición “hacia el caballo” creando una especie de muro.
- Mis brazos están relajados pero listos para actuar en la corrección para que la situación no vaya a más.
Este es uno de esos momentos en los que, o actuamos a tiempo, o ya vamos tarde para evitar una reacción más invasiva por parte del caballo.
Pongamos nuestra conversación en palabras
La conversación iría un poco de esta forma si nuestra energía y lenguaje corporal hablase:
Caballo – Quiero irme y me molestas. Estás en medio. Te advierto que quiero irme -.
Yo – Entiendo que quieras irte a comer, pero no puedes hacerlo si no respetas mi espacio primero. De aquí no pasas, me estás invadiendo el espacio con tu morro y tu energía, eso no es admisible si quieres que nos llevemos bien.
Si nuestra energía es la correcta podemos corregir correctamente porque sabemos lo que queremos exactamente del caballo: que no invada nuestro espacio, que se relaje y una vez esté tranquilo, le soltaremos.
Acabamos de enseñar al caballo que el momento de ir a comer hierba no es el momento de dar rienda suelta a su instinto e irse a comer por encima de todo. El caballo aprende a controlar su cuerpo y su mente, algo sumamente importante cuando enfrentamos obstáculos, pie a tierra o montados, ya sean ejercicios de doma de alto nivel, sean obstáculos por el campo, plásticos y cosas que le asusten, en medio de una manada de caballos de carreras en la salida para una carrera, en un lugar claustrofóbico, o una combinación complicada a 1,60m.
Cuando se hace una corrección con la energía debida, el resultado es evidente. Es como cuando a un niño al que se le ha permitido de todo durante algún tiempo, se le corrige o se le dice que no. Al principio habrá que ser un poco más firme, pero si no cedemos hasta que tenga la actitud correcta, estará encantado con nosotros y seremos sus héroes. Les hemos explicado las normas del juego. Y las están entendiendo.
Lo mismo pasa con los caballos por mucho que nos cueste entenderlo o creerlo. Si les explicamos las normas del juego y se lo explicamos de forma que ellos entiendan, mostrarán toda su nobleza natural e instintiva. Sí, a veces nos olvidamos de que los caballos también tienen instintos que nos unen, nos dan fuerza, incluso nos hacen crecer espiritualmente, nos conectan a nuestra verdadera esencia. Esa conexión ocurre una vez entienden las normas del juego. No antes.
En esta imagen, el caballo se llevó una corrección firme, pero con la intensidad necesaria. Ya nos extenderemos más sobre las correcciones en el próximo artículo.
¿Por qué nos ganan casi siempre en estas situaciones?
Pues porque lo primero que solemos pensar cuando un caballo se pone impaciente para comer es: “pobrecito, tiene que ir a comer, claro, normal”. En esta parte es cuando estamos entendiendo su instinto, aunque el “pobrecito”, sobra. Ese pensamiento transmite energía negativa: Pena (¿recuerdas lo que dijimos en el artículo anterior?)
En este caso, debemos entender su instinto sí, pero de esta forma: “El caballo quiere ir a comer, sí, lo sé, y lo hará, pero cuando esté tranquilo”.
Nuestra actitud hacia el caballo es totalmente diferente entre una forma de pensar y la otra. Es una diferencia abismal y es la que luego consigue los resultados buscados: hacemos correcciones medidas y pensadas, cedemos en el momento justo y conseguimos caballos que al final, están más interesados en interactuar con nosotros que en ir a comer.
Crearemos un momento tranquilo de “estar juntos” en vez de un momento de ansiedad por “su necesidad urgente de irse a comer” sin estar muerto de hambre.
Aprendizaje: El momento de soltar al caballo para ir a comer, debe ser un momento como otro cualquiera, tranquilo y con respeto mutuo.
Norma aprendida. Si quieres bajarte una Guía con 15 normas Esenciales de Educación Equina, puedes hacerlo aquí, es gratuito y quedarás subscrito a la lista de correos del blog equierrores , recibirás una serie de Equi-Clases que te ayudarán a educar a tu caballo sin que te sientas culpable por ello y sin enfadarte cada vez que un caballo hace algo que no quieras. Aprenderás a “Tener claro lo que quieres en cada momento para poder transmitírselo al caballo de forma que él entienda”.
En el próximo capítulo hablaremos de las polémicas correcciones…