“Lo que hagamos hoy afectará a las generaciones futuras.”
Jane Goodall
En la espiral de nuestra presencia, que intentamos hacer consciente en el mundo como especie entre otras, disponemos de varias herramientas que nos permiten sentir, reflexionar, interpretar, adaptar nuestro entorno y adaptarnos a sus necesidades, y como consecuencia, desarrollar nuestra relación interior e interpersonal.
Nuestro rol con respecto a los sistemas de los que formamos parte, igual que nuestro intento de mejorar la experiencia de vida de otras especies, nos vienen sin capacidades y medios múltiples que favorecen el cumplimiento de nuestra tarea:
Hacer que nuestra experiencia y la de los seres con quienes coexistimos en el planeta sea lo más agradable posible.
La observación, la contemplación, el análisis, la toma de conciencia y la acción son unas de esas herramientas.
Cierto que tienen sus condiciones, parámetros o incluso límites igual que nuestros canales perceptivos y analíticos.
Y aunque me resulta absurdo creer en una observación pura inafectada por la subjetividad individual o por el inconsciente colectivo… o en un análisis que no sea impactado por el contenido de la maleta de cada uno.
Aun así, no puedo negar que esa parte de incertidumbre, de subjetivo, de personal, tiene absolutamente su valor en el desarrollo y la evolución de cada elemento, sistema y en la interacción de ambos… Esas características permiten a las componentes de cada sistema interno y externo permanecer dinámico y mantiene posible su tendencia hacia el equilibrio y la evolución.
Según el diccionario de la RAE se define el equilibrio como:
- m. Estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente.
- m. Situación de un cuerpo que, a pesar de tener poca base de sustentación, se mantiene sin caerse.
- m. Peso que es igual a otro y lo contrarresta.
- m. Contrapeso, contrarresto o armonía entre cosas diversas.
- m. Ecuanimidad, mesura y sensatez en los actos y juicios.
- m. Fís. Estado en el que se encuentra una partícula si la suma de todas las fuerzas que actúan sobre ella es cero.
- m. Fís. Estado en el que se encuentra un sólido rígido si las sumas de todas las fuerzas que actúan sobre él y de todos los momentos de las fuerzas que intervienen son cero.
- m. pl. Actos de contemporización, prudencia o astucia, encaminados a sostener una situación, actitud, opinión, etc., insegura o dificultosa.
De ahí que se puede notar que la construcción del equilibrio no va separada tanto de su antónimo. Aquella gota blanca en el negro y aquella gota negra en el blanco que permiten a las fuerzas opuestas sostener el sistema.
El mundo ecuestre no estaría evolucionando tanto hoy en día si no existiera en nuestras certidumbres ancestrales hacia el comportamiento equino y la forma de practicar deportes ecuestres, dudas que nos hacen cada vez mejores amigos de los caballos y mejores cuidadores, criadores, amazonas y jinetes, entrenadores…
La noción de equilibrio no es una noción ajena al mundo ecuestre o sea trabajando el aspecto biomecánico o desarrollando el aspecto mental de cada parte individual y del conjunto del binomio.
Por ejemplo, se puede interpretar que es el núcleo mismo de la escala de entrenamiento. El equilibrio es una clave mayor para que fluya la conexión entre sus componentes.
Esa escala que nos sirve de biblia profana que se puede aplicar a varias disciplinas ecuestres y que muchas veces ponemos en práctica sin darnos cuenta.
El logro de esa pirámide desarrollada por los militares alemanes en su inicio y que sigue siendo actualizada es tener implícita pero central la noción de equilibrio relacional y operante emprendedor con el caballo.
Muchas veces al estudiar nuestra relación con el caballo se nos escapa que, por un lado, esa relación no existe independientemente de la política ejercida sobre nuestra forma de educarnos, formarnos, de ser, de sentir, de vivir como personas y jinetes.
Dice Robert Fisher en El caballero de la armadura oxidada:
“El caballero lloró más al darse cuenta de que si no se amaba, no podía amar realmente a otros. Su necesidad de ellos se interpondría. En eso apareció el mago y le dijo: solo podrás amar a otros en la medida en que te ames a ti mismo”.
Y, por otro lado, esas políticas impactan nuestra manera de habituar los caballos a las respuestas, resultados, metas que queremos obtener…
Por último, se ejerce política también en nuestra forma de coexistir como comunidad ecuestre y de concebir nuestra comunicación con los caballos:
Nuestra forma de expresarnos verbal y corporalmente, de relacionarnos, de interrelacionarnos con los caballos es también sujeto de políticas.
Entre ellas, la micropolítica que se puede presentar como praxis que investiga y crea modos de resistencia y de resiliencia fuera de cualquier tipo de representación o unidad ideológica.
Desde allí conviene reflexionar sobre la pregunta siguiente:
¿Qué tipo de relación queremos establecer con los caballos? ¿Qué tipo de binomio queremos formar?
¿Quiénes somos y caminar hacia que “yo” queremos ser acompañados por los caballos?
Michel Foucault nos propone el principio del poder como conocimiento.
Según él, el poder, una acumulación superior de fuerza, en su definición más elemental– se ejerce para satisfacer el deseo más íntimo e inconfesable del ser humano: la sumisión del otro a nuestros deseos (transmitidos en forma de opiniones, sugerencias, propuestas o, cuando es posible, órdenes).
¿Qué es entonces lo que proponemos a los caballos?
¿Hasta qué punto respetamos su naturaleza equina y la individualidad de cada caballo en nuestros pedidos?
Bajar de nuestros caballos antes de montarlos es imprescindible. Domar y dominar a nuestras ganas de someterlos es inevitable.
¡Tarde o temprano coincidimos con un caballo u otro que nos dirá o sincronizas o vete!
¡Dirá, Mi mundo está hecho de paz, de sincronización, ven!