Durante gran parte del siglo pasado, el coeficiente intelectual era el único parámetro que se utilizaba para determinar la inteligencia de una persona y, para colmo, se interpretaba como un valor fijo que marcaría el éxito de dicho individuo a lo largo de su vida.
Por suerte, esta idea comenzó a cambiar a partir de 1983, año en el que Howard Gardner publicó la teoría de las inteligencias múltiples en base a sus años de experiencia y estudios. En su teoría, Gardner defendía la existencia de diferentes inteligencias; cada una de las cuales dota a las personas de diferentes capacidades o habilidades que van mucho más allá del tradicional coeficiente intelectual. Entre otras, Gardner estableció la inteligencia intrapersonal y la inteligencia interpersonal. La primera consiste en la comprensión y gestión de nuestros propios pensamientos y estados emocionales, mientras que la segunda consiste en el conocimiento y comprensión de los demás; qué piensan, qué sienten, qué les motiva, etc. Como la suma e integración de la inteligencia intrapersonal y la interpersonal, la inteligencia emocional es aquella que permite al individuo la lectura, comprensión y gestión de los estados emocionales, tanto de los suyos propios como de las personas con las que interactúa.
Pese a que los expertos y los investigadores siempre habían defendido su implicación en las interacciones humanas de todo ámbito, no fue hasta la publicación en 1995 de Inteligencia emocional, de Daniel Goleman, cuando las emociones comenzaron a recibir la atención pública que tienen hoy en día. Las emociones trascendieron más allá de las publicaciones científicas; las revistas empresariales o deportivas empezaron a escribir sobre ellas, comenzaron a protagonizar reportajes o libros, y las universidades más prestigiosas desarrollaron másteres, postgrados y otros estudios en torno a las emociones y su gestión. Respecto al deporte, las últimas décadas han traído consigo un boom en cuanto a estudios, titulaciones y expertos en gestión emocional aplicada al sector deportivo. En el deporte de élite, tener una buena inteligencia emocional suele ser el punto diferencial entre los que triunfan y los que fracasan, entre los que suben a lo más alto del pódium y los que aplauden desde abajo, entre los que se convierten en leyenda mediante largas o exitosas carreras deportivas y los que apenas son destellos en la historia de su deporte.
Ahora que ya sabes qué es la inteligencia emocional, te estarás preguntando qué tiene esto que ver con el deporte ecuestre, o cómo afecta a tu desempeño como jinete o amazona. Pues bien, resulta que dentro de la inteligencia emocional se establecen cuatro competencias: autoconciencia, autogestión, conciencia social y gestión de las relaciones. Como jinetes o amazonas, tener bien desarrollada nuestra capacidad de autoconciencia nos permite comprender nuestros estados o procesos emocionales, es decir: saber qué nos ocurre a nivel emocional ante determinadas situaciones o circunstancias, y comprender cómo estos estados emocionales afectan a nuestras decisiones y acciones. La autogestión es el siguiente paso de la autoconciencia; una vez que somos conscientes de nuestros estados o procesos emocionales, podemos comenzar a gestionarlos. Se trata de tener autocontrol, de saber cómo, cuándo y en qué grado expresar nuestros estados emocionales en función de las circunstancias. Dentro de esta competencia, también tendríamos la capacidad de crear o construir los estados emocionales más adecuados para nuestro desempeño profesional o deportivo.
Trasladado a ejemplos concretos del día a día del deporte ecuestre, tener un buen nivel de autoconciencia permite a un jinete o a una amazona reconocer qué estado o proceso emocional está experimentando ante una competición, un clinic, una sesión de entrenamiento más exigente o compleja de lo habitual, el desbrave de un potro o cualquier otra situación propia de nuestro deporte. Además, las situaciones externas al mundo hípico también generan diferentes estados o procesos emocionales, por lo que la autoconciencia también sirve a un jinete para comprender cómo se encuentra emocionalmente ante un problema económico, familiar, sentimental o de salud, y cómo estas situaciones adversas pueden afectar a su desempeño sobre la montura. Una vez que el jinete o la amazona es consciente de su estado emocional ante las diversas situaciones o circunstancias que afronta, la autogestión le permite regular o canalizar de forma adecuada ese proceso emocional; en lugar de que ciertas emociones y pensamientos le desborden, puede reducir el efecto del proceso emocional y mantenerlo dentro de unos niveles saludables, o incluso puede transformar ese estado emocional limitante en un estado emocional potenciador.
La autoconciencia permite a un jinete reconocer que siente miedo cuando tiene que montar un potro complicado o cuando tiene que afrontar un exigente recorrido de cross, y la autogestión le permite mantener ese miedo dentro de unos niveles adecuados para que no le paralice. La autoconciencia permite a una amazona comprender que siente inseguridad y desconfianza cuando tiene que ejecutar su reprise ante la atenta mirada de los jueces, el entrenador y el propietario del caballo, y la autogestión le permite crear pensamientos y procesos emocionales potenciadores para salir a competir sintiendo confianza y seguridad. La autoconciencia permite a una amazona comprender su frustración cuando la sesión de entrenamiento no está progresando adecuadamente, y la autogestión le permite reducir el nivel de negatividad o pesimismo para afrontar la siguiente sesión con optimismo y entusiasmo. La autoconciencia permite a un jinete entender la tristeza que siente ante la lesión de su caballo, y la autogestión le permite comenzar a salir de ese estado y buscar nuevas oportunidades, ilusiones y esperanzas. La autoconciencia permite a un jinete ser consciente del estado de rabia, ira o enfado que experimenta ante determinadas notas de los jueces o ante determinadas decisiones del seleccionador nacional, y la autogestión le permite tomarse un tiempo para “enfriar” su cerebro antes de solicitar una explicación a quien corresponda. La autoconciencia permite a una amazona darse cuenta de que su ego está tomando el mando de la situación cuando un caballo muestra cierta contrariedad ante el ejercicio que le está pidiendo, y la autogestión le hace darse cuenta de que el caballo aún no está preparado para ese ejercicio o de que existe otra forma más fácil de pedírselo.
Si tras leer estos ejemplos has comenzado a dar importancia a la inteligencia emocional en el deporte ecuestre y quieres saber más sobre este tema, estás de suerte, ya que en próximos artículos iremos abordando este tema con mayor profundidad. No obstante, si no quieres esperar al siguiente artículo o deseas profundizar más en este campo, puedes comprar mi libro, Toma las riendas de tu mente y doma tus emociones, y también puedes seguirme en mis redes sociales: Adrian Martin EquuSport.