Existen múltiples estudios que analizan la evolución de los caballos desde su aparición hace unos 55 millones de años, pero un nuevo trabajo, liderado por investigadores españoles y publicado la semana pasada en la revista Science, cuestiona las teorías aceptadas hasta ahora. Concluye que, en los momentos en que surgieron nuevas especies, conocidos como momentos de diversificación, rasgos físicos de los caballos como el tamaño del cuerpo y características de los dientes no se vieron afectados. ¿Y esto qué significa? Pues que pone en duda el hecho de que, al surgir nuevas especies, estos rasgos cambian rápidamente para hacer posible su adaptación y supervivencia.
¿Primero los cambios o primero las especies?
Es comparable a la teoría del huevo y la gallina: hasta ahora se había considerado que primero era el huevo, es decir, los cambios en el tamaño del cuerpo y en los dientes son importantes para dar lugar a nuevas especies; pero el nuevo estudio indica que primero es la gallina, ya que al surgir nuevas especies y extenderse a nuevos territorios, se propician los cambios en los rasgos de las especies existentes.
Aunque este trabajo no niega que se produzcan estos cambios en los caballos, sí apunta a otro ritmo en la evolución y tiene en cuenta otros factores como el entorno. Esto puede suponer un cambio importante en el estudio de la evolución animal, ya que el caballo siempre ha sido considerado como un paradigma de dicha evolución: debido a la diversidad de las especies en las que evolucionó, se considera uno de los primeros ejemplos conocidos de cómo los animales se adaptaban a su entorno.
La influencia de los cambios demográficos y climáticos
Los autores del estudio explican que si surgieron muchas especies de golpe fue debido a causas externas más que por la necesidad de adaptarse para sobrevivir ante los nuevos animales. Los cambios en su cuerpo y dientes fueron progresivos y coinciden con momentos en los que había ecosistemas muy productivos, es decir, con abundante comida y energía que hacían posible la convivencia entre varias especies que no tenían que competir entre sí y, por tanto, evolucionaron poco a poco en especies diferentes.
Sólo quedan siete…
El estudio, en el que han participado científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Berlín (Alemania), la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Argentina), ha analizado los fósiles de 138 especies de hasta 18 millones de años de antigüedad. De estas especies, todas se extinguieron excepto siete, incluyendo caballos, cebras y asnos.
Los investigadores del estudio se centraron en la subfamilia Equinae, de la que hoy sólo quedan siete especies salvajes vivas en todo el mundo (del género Equus): el kiang, el caballo de Przewalski, la cebra de Grévy, la cebra de llanura, la cebra de montaña, el asno salvaje asiático y el asno salvaje africano. Precisamente, el tercer número de la revista ÉQUISENS, que se lanzará en marzo, incluirá un artículo sobre el origen y la situación actual de los Przewalski.
Imagen: Tres especies del género «Hipparion», que convivieron en la Península Ibérica hace entre 9 y 5 millones de años (autor: Mauricio Antón).