Hace miles de años, la variedad en las capas de los caballos era mucho mayor que en la actualidad y, además, eran animales con una constitución más robusta. Entonces, también la diversidad genética de los caballos domesticados era importante. Pero todo esto cambió hace unos 2.300 años cuando se empezaron a criar los caballos de una manera diferente, ya que se cruzaban miembros de las mismas familias que tenían los mejores rasgos. Según un estudio de la revista Science, publicado el mes de abril y liderado por investigadores daneses, este cambio en la forma de criar a los animales derivó en la escasa diversidad genética y ciertas mutaciones de los caballos en la actualidad.
¿Cómo lo han deducido? Gracias al análisis del ADN de 16 caballos enterrados en sepulturas de Rusia, Tuvá y Kazajistán, que fechan de la edad del bronce y del hierro. El estudio se ha realizado con técnicas del llamado «ADN antiguo», utilizadas en paleontología, que consisten en sacar información de material biológico. Debido a la tradición de ciertas culturas asiáticas de sepultar a los caballos al lado de los guerreros, las muestras genéticas de los animales se han conservado en muy buen estado.
De los primeros en ser domesticados
Como explicamos en el artículo sobre el caballo de Przewalski, uno de los primeros en ser domesticado, las primeras referencias de la domesticación del caballo son de hace 5.500 años en Kazajistán y otros pueblos de Asia. Esto revolucionó la guerra, el transporte y la economía, teniendo un gran impacto en la historia de la humanidad. Las muestras analizadas en el estudio en cuestión se sitúan en las primeras etapas de la domesticación de los caballos: se trata de una yegua de hace 4.100 años, encontrada en Rusia, y dos sementales de hace 2.700 años y once de hace 2.300 años, conservados en la República de Tuvá y Kazajistán. Un dato sorprendente: sólo dos de ellos estaban emparentados.
Fuente: «Ancient genomic changes associated with domestication of the horse»
¿Cómo eran los caballos hace miles de años?
El estudio revela que los caballos eran castaños, bayos, negros, moteados y color crema y tenían una musculatura fuerte, ya que se pretendía que fueran resistentes y variados, más que veloces. También parece ser que las hembras tenían grandes ubres, de lo que se deduce se ordeñaban. Más allá del físico, los investigadores han comprobado que existía una gran diversidad genética entre ellos, una característica que se empezó a perder a partir de las épocas inmediatamente sucesivas a las del estudio.