Con la llegada de la primavera y el calor a la vuelta de la esquina, debemos pensar en desparasitar a los caballos, una de las rutinas de manejo más importantes, ya que es la única forma de evitar que desarrollen patologías que puedan afectar a su salud. Los parásitos son aquellos que encuentran su alimento y albergue en otros seres vivos, bien matándolos directamente o comiendo del hospedador sin causarle ningún daño. El hecho que los caballos tengan parásitos y las consecuencias sobre la salud pueden verse agravados por el estrés que pueda sufrir el animal, la mala alimentación, el contacto con otras especies o la falta de higiene en las instalaciones.
Existen dos tipos de parásitos según su localización: los ectoparásitos, que viven sobre la piel (como la sarna, garrapatas, pulgas o mosquitos), y los endoparásitos, que viven dentro del cuerpo del hospedador (como nematodos o cestodos) y muy frecuentemente se encuentran en el tracto gastrointestinal.
Aunque los caballos tienen siempre parásitos y no por ello les son perjudiciales, debemos controlar sus niveles en el animal y su evolución y afectación sobre el caballo. Si detectamos un comportamiento anormal (falta de apetito, se rasca…), lo más conveniente será analizar con un profesional veterinario qué tipo de parásitos tiene y cuál será el mejor tratamiento. Aun así, es altamente recomendable realizar un tratamiento preventivo por lo menos 2 veces al año, coincidiendo, sobre todo, con la llegada de la primavera y el otoño.
Existen diferentes tipos de medicamentos, pero los más habituales son el desparasitante oral, que se suministra con una jeringa que contiene una pasta y se inyecta directamente en la boca del caballo, y el que puede mezclarse con la comida.