Nuestro país nos ofrece enormes posibilidades de turismo natural y cultural. Pero, también ofrece la posibilidad de realizar este turismo a caballo, lo que le añade un encanto especial sobre todo para aquellos que además de amar el turismo, amamos a los caballo.
Pueden ser paseos cortos por alguna de las innumerables playas que bañan nuestro país, rutas de varios días por bosques, montañas y dehesas: la biodiversidad y variedad de nuestros paisajes nos presenta abundantes elecciones para todos los gustos, o si prefieres observarlos en vez de montarlo, visitas a espacios naturales con caballos en libertad. Sobran las ideas para disfrutar del turismo ecuestre en nuestro país.
El sonido de los majestuosos pirineos sólo interrumpido por el repiqueteo de las herraduras al pisar el camino pedregoso —y a ratos muy empinado. Ya solo se escucha el leve silbido del viento. Y algún resoplido de los caballos, que se han ganado un momento de descanso. A nuestro alrededor, «sólo» el majestuoso paisaje pirenaico. 360 grados de valles verdes, con los picos nevados de Las Blancas y Collarada a lo lejos en un flanco, y con la propia senda —entre alfombras de piornos— como única evidencia de civilización. Si intentamos sacar una fotografía con el movimiento del caballo no seremos capaces de captar los colores y la majestuosidad del paisaje. Vamos al paso por paisajes y cotas altitudinales que a un senderista a pie le hubiera costado muchas horas. Paisajes sólo reservados para jinetes de habilidad y paciencia, gracias a nuestros amigos los caballos, siempre con un regusto de aventura tras nuestro paladar.
Por otro lado, en la otra punta de la península ibérica, seguimos encontrando experiencias y paisajes únicos, también podemos disfrutar del litoral onubense del entorno de Doñana. De un lado se levanta vertical el imponente acantilado del Asperillo, un singular sistema de dunas fósiles, y del otro, las aguas del golfo de Cádiz, que reflejan los rayos de un sol deslumbrante. Un gesto sutil: ¡y a galopar! El viento en la cara, el agua de la orilla salpicando, sonrisas pletóricas.
Hay un proverbio árabe (de quiénes sino) que dice «“El aire del paraíso es aquel que sopla entre las orejas de un caballo”
Estos paisajes que a pie son difíciles de alcanzar, pueden estar a nuestro alcance, incluso si nuestro nivel de equitación no es excelente.
Y para quienes prefieran disfrutar de los caballos con los pies en el suelo se multiplican las visitas a espacios naturales llenos de caballos en libertad —como el entorno de Doñana, los montes de Sabucedo (Pontevedra), la Serra da Capelada (A Coruña), el valle de Losa (Burgos) o las montañas de Teverga (Asturias)— donde admirar a estos formidables animales en libertad y sin necesidad de subirse a una montura. Aquí algunas pinceladas para aficionarse al mundo del caballo.
Los altos Pirineos
Bautismos ecuestres para un primer contacto, paseos de una o más horas, y rutas de varios días con pícnics campestres durante el día y noches en hoteles rurales (y logística, como el traslado del equipaje). Si uno quiere montar, lo primero es tener claro lo que busca y lo que es capaz de hacer, y sobre todo buscar centros ecuestres que cuiden a sus caballos y los traten como caballos: hay que fijarse bien en el estado de los caballos, una buena condición física, unas monturas en buen estado, y sobre todo la obligatoriedad del uso del casco.
“El turismo ecuestre recupera la esencia del viaje. Se trata de un viaje lento, sostenible, que nos pone en contacto con la naturaleza y que estimula todos los sentidos”
Además de la naturaleza, algunas de sus rutas descubren de una manera original enclaves culturales, como la iglesia románica de Santa María de Iguácel o los cinco monasterios que trazan la que llaman la Ruta del Santo Grial.
De Navarra a Galicia
Hay paisajes que se prestan especialmente para ser descubiertos a caballo. Un clásico es, por ejemplo, el parque natural de las Bardenas Reales, en Navarra, cuya riqueza natural y geológica —caprichosas formas esculpidas por la erosión de la piedra arenisca— le han valido la declaración como patrimonio mundial por la Unesco.
La ruta por las Bardenas puede alargarse hasta una semana para incluir también la cañada real de los Roncaleses, una tradicional ruta de trashumancia, y acabar en la famosa Selva de Irati, bosque que en otoño se tiñe de mil tonos ocres. Otras propuestas de Añézcar son salidas nocturnas con luna llena o el Camino de Santiago.
“La ruta jacobea es larga, pero hay tramos muy bonitos para hacer a caballo. Según los días que se quieran emplear [y calculando que se recorren entre 20 o 25 kilómetros al día], se elige uno de ellos.
Las dos caras de Gredos
A veces incluye paradas para visitar bodegas. Las dos vertientes de la sierra de Gredos —mediterránea la meridional y escarpada la norteña—, la sierra de la Demanda, la ribera del Sil, los cañones del Ebro, la Montaña Palentina, la sierra de la Culebra o los Picos de Europa son territorios que tocar en estos viajes.
Gredos ofrece rutas de alta montaña, pero también valles y bosques de robles entre los que perderse. Es una región llena de sorpresas.
Caminos del sur
En el almeriense desierto de Tabernas finaliza una ruta desde las Alpujarras granadinas, concretamente desde Capileira, un coqueto pueblo blanco en la vertiente meridional de Sierra Nevada. Y siempre podemos acabar la ruta visitando Granada y la Alhambra, los pueblos de las Alpujarras, o la playa de la Herradura.
“Una ruta casi salvaje que recorre montaña, ramblas y cañones espectaculares”
Andalucía es un territorio estimulante para los apasionados del caballo. Y Doñana, un lugar emblemático, donde se pueden ver las yeguas marismeñas galopando a sus anchas. El entorno de Doñana brinda experiencias únicas para montar. Nadie duda ya de que el apodo de Costa de la Luz es muy apropiado para este litoral. “Es una imagen que no se olvida en la vida.»
Camí de Cavalls
El origen del sendero de 185 kilómetros que rodea la isla de Menorca por la costa se remonta al siglo XIV. El Camí de Cavalls, vinculado al ancestral sistema de defensa de las caballerías, se puede recorrer a pie y en bicicleta de montaña, pero también a caballo.
«El tramo más bonito a caballo es el que lleva de Algaiarens a Cala Pregonda por un paisaje salvaje, agreste. El camino coge altura y brinda unas vistas maravillosas sobre el Mediterráneo”
Fuente: El Pais