Han pasado 55 millones de años desde el ancestral y pequeño Eohippus hasta el animal del que hoy disfrutamos y conocemos como Equus ferus caballus y no sólo la morfología y su uso se han visto modificados, sino que poco queda de sus costumbres alimentarias en pastizales esteparios y praderas herbáceas siberianas. Estos pastos pobres, fundamentalmente formados por hierba adaptada a climas extremos, fueron el alimento en el que nuestro caballo doméstico evolucionó y el responsable en parte, de que muchas de nuestras razas actuales estén condicionadas con lo que se llama el gen ahorrador, que no es más que una condición metabólica por la cual las calorías son metabolizadas con mayor facilidad a reservas de grasa para poder hacer frente a periodos de escasez alimentaria.
Esta condición que en su tiempo era una ventaja para la supervivencia, es para muchos propietarios una tortura hoy en día. Las razas de caballos con el gen ahorrador como árabes, españoles, lusitanos, etc. parecen engordar sólo con mirar el forraje y evitar que engorden se convierte en una pesadilla.
Esto que sin duda es un factor importante, no deja fuera a otras razas que, por manejo, terminan teniendo sobrepeso a pesar de no tener predisposición genética.
La principal causa de obesidad es una ingesta excesiva de calorías para el consumo energético actual. La domesticación ha traído como consecuencia alimentos muy energéticos y una vida poco natural donde el sedentarismo y el exceso de calorías, terminan pasando factura.
El caballo en estado salvaje pasta durante aproximadamente 16 horas, pastos pobres y en la búsqueda de alimento, agua y recursos, camina una media de 30 km diarios. El caballo domesticado recibe pastos y forrajes ricos, alimentos muy energéticos y poca actividad física. Esto inevitablemente tiene consecuencias, no sólo para su salud física, sino para su salud emocional y cognitiva.
El problema más habitual hoy en día, reside en no saber reconocer un caballo con sobrepeso, para ello existen diversas escalas como la de Henneke donde se evalúa la condición corporal de caballo del 1 al 9, siendo el 1 un caballo emaciado y el 9 uno obeso. Es importante saber que un caballo gordo, no es un caballo lustroso y por supuesto, no es un caballo sano.
La obesidad nunca es saludable y un caballo con sobrepeso, no está necesariamente bien alimentado, como suele ser creencia popular. El caballo puede muy fácilmente tener un exceso de calorías en la dieta y deficiencias nutricionales importantes que pongan en riesgo su salud.
Las principales consecuencias de la obesidad son:
- Dificultad para respirar
- Dificultad para regular la temperatura
- Sobrecarga en articulaciones, tendones y ligamentos
- Sobreesfuerzo cardíaco
- Lipomas intestinales
- Sensibilidad a la insulina alterada
- Fatiga y bajo rendimiento deportivo
- Mayor liberación de citoquinas inflamatorias
- Sistema inmunitario deficiente
Debido a que muchos de estos efectos son internos, muchas veces no le damos la importancia que requiere, hasta que nuestro caballo comienza a tener síntomas más claros como cojeras, artrosis, sudoración excesiva durante el ejercicio, bajo rendimiento, propensión a infecciones y alergias, etc. En todos ellos, prevenir la aparición simplemente manteniendo al caballo en una condición corporal saludable, evitará procesos más difíciles de revertir.
Especial mención requieren los caballos que tienen una acumulación de grasa en forma de parches o masas en zonas como el cuello, costados, grupa o maslo, es muy probable que estos caballos sufran síndrome metabólico, en cuyo caso, necesitarán un control nutricional muy exhaustivo.
Aclarar que no todos los caballos obesos tienen síndrome metabólico y no todos los caballos con síndrome metabólico tienen sobrepeso.
Cualquiera estaría tentado de dar una alimentación alta en grasas y azúcares a este caballo, sin embargo, esto no haría más que empeorar el problema, puesto que los parches de grasa y la pérdida de dorso indican un síndrome metabólico. Estos caballos necesitan un manejo nutricional experto.
Estrategias para mantener una buena condición corporal y reducir el sobrepeso:
- Aumentar la actividad física adecuándose a la tolerancia actual del caballo.
- Priorizar el forraje sobre los concentrados siempre sin mermar el aporte nutricional. Para esto es necesario valorar los requerimientos individuales y proporcionarlos suplementados, en una fuente hipocalórica.
- Elegir henos de hierba, preferiblemente de pradera y evitar monocultivos de henos de leguminosas, ryegrass y festuca que son más calóricos. La paja no es recomendable por su escaso aporte nutricional como forraje.
- Reducir o eliminar de la dieta si es posible los cereales y piensos energéticos.
- Nunca dar menos del 1.5% de forraje del peso actual del caballo o 2% del peso ideal, este porcentaje puede elevarse si el caballo realiza actividad física. La pérdida de peso siempre ha de instaurarse gradualmente. Dietas estrictas para la condición y actividad actual del caballo podrían tener consecuencias para su salud, además de frenar la pérdida de peso.
- Proporcionar el forraje y concentrados en pequeñas cantidades a lo largo de 24 horas. El concepto de comidas puntuales y voluminosas produce picos de insulina y leptina que alteran el metabolismo energético y de la glucosa.
- La proteína no es una fuente de alto valor calórico como se piensa y, sin embargo, regula la saciedad.
- Las grasas y los azúcares se acumulan en el cuerpo más fácilmente como grasa. La fibra de alta calidad es el objetivo principal.
- Evitar el alojamiento en box y favorecer la vida en manada.
El caballo doméstico, normalmente no tiene acceso a variedad nutricional, su dieta será día tras día la misma, la que nosotros diseñemos para él, perpetuando los excesos y las deficiencias en el tiempo. Es nuestra responsabilidad ofrecerle una dieta equilibrada, adecuada a su edad, raza, condición, actividad física y patologías, no sólo para mantenerlo saludable, sino para ofrecerle la diversidad y la riqueza de las distintas fuentes alimentarias, mejorando así su calidad de vida.