El otoño ha comenzado y el metabolismo de nuestros caballos se adapta para afrontar el invierno y asegurar así una reserva energética con la que hacer frente a las inclemencias y escasez de recursos. Las horas de exposición solar se reducen y el hipotálamo da la orden de secretar diferentes hormonas y neurotransmisores para iniciar los primeros cambios metabólicos y físicos, como una capa más larga y densa para protegerse del frío y el almacenaje de grasa corporal como reserva energética.
Todo este maravilloso proceso, dota a nuestros caballos de las herramientas necesarias para que el organismo supere con éxito y mínimo desgaste periodos de estrés climático, pastos más pobres y mayor necesidad de movimiento.
Hasta aquí todo bien, pero para algunos caballos el bucólico otoño se presenta con un episodio inesperado de laminitis o infosura. El caballo muestra sensibilidad y/o dolor en los cascos a pesar de no haber tenido acceso a pasto, ni encontrar relación directa con una infección, exceso de carbohidratos simples o trauma alguno. El propietario ante la angustia de ver a su caballo sufriendo, llama al veterinario en el intento de aliviar el dolor, se administran antiinflamatorios sin que estos tengan un resultado satisfactorio y el problema sigue su curso hasta que, o bien se resuelve por si mismo al finalizar la estación, o el estado de salud del caballo empeora gravemente.
¿Por qué sucede esto?
Una de las hormonas que se elevan dentro de esta cascada hormonal, es el cortisol. Esta hormona conocida como hormona del estrés, se encarga de muchos procesos positivos en el organismo y es realmente de ayuda para mantener la homeostasis de la glucosa en sangre, entre otros muchos beneficios. Sin embargo, cuando es producida sin control, como sucede en el caso de caballos con PPID (Pituitary Pars Intermedia Dysfunction) o enfermedad de Cushing, se producen resistencia a la insulina por la inhibición de otras hormonas y complejos enzimáticos y otras consecuencias no deseadas para nuestro caballo.
Los efectos del cortisol elevado son devastadores para el organismo y son muchos los tejidos y sistemas que quedan afectados, pero en este artículo sólo nos centraremos en lo que a la laminitis se refiere.
El cortisol elevado causado por la enfermedad de Cushing, se produce por la pérdida de neuronas dopaminérgicas en el hipotálamo debido a la edad y el estrés oxidativo. Estas regulan la producción de ACTH (entre otras hormonas) en la glándula pituitaria y la ACTH a su vez regula la producción de cortisol en las glándulas suprarrenales. Los caballos con Cushing no regulan bien la producción de estas hormonas y el resultado es la liberación descontrolada de cortisol.
Consecuencias del cortisol elevado en los cascos del caballo:
• Catabolismo proteico, que incluye musculatura, tendones, ligamentos y tejido conectivo en general.
• Vasoconstricción directa.
• Resistencia a la insulina con aumento de secreción de endotelina-1 y por tanto mayor vasoconstricción.
• Dificultad para producir y organizar la distribución de células epiteliales,
colágeno y elastina.
Con todo este caos mantenido en el tiempo, no es de extrañar que el caballo con PPID termine en muchos casos con una infosura. Desgraciadamente, muchos de los caballos afectados por esta enfermedad son diagnosticados tras un episodio de laminitis o infosura. Esto suele suceder porque se han pasado por alto síntomas más sutiles, por este motivo debemos estar atentos a los siguientes síntomas si nuestro caballo tiene más de 12 años:
• Pérdida de masa muscular en el dorso no atribuible a la dieta o el ejercicio y/o biomecánica.
• Hiperhidrosis.
• Anhidrosis.
• Hipertricosis (mayor crecimiento del vello en la cara, extremidades y cuello)
• Mayor longitud de la capa en invierno.
• Retraso para mudar la capa en primavera.
• Vientre abultado.
• Letargia.
• Menor rendimiento en el ejercicio.
• Polidipsia y poliuria.
• Distribución anormal de la grasa corporal.
• Laminitis.
• Úlceras bucales.
• Alergias.
• Infecciones.
• Piel descamativa.
Hay que tener en cuenta que la clásica capa larga y rizada que se le atribuye a los caballos con PPID, es un síntoma tardío que no todos los caballos desarrollan y que un caballo con la enfermedad puede presentar uno, todos o ninguno de estos síntomas, según el estadío en el que se encuentre.
¿Qué podemos hacer?
El veterinario ha realizado las pruebas pertinentes midiendo niveles de ACTH en plasma, ya tenemos el diagnóstico positivo, ¿y ahora qué?
La enfermedad de Cushing necesita tratamiento farmacológico y este es absolutamente necesario para poder tratarla, sin embargo, el control nutricional se hace imprescindible no sólo para revertir y minimizar el estado catabólico del tejido conectivo y estrés oxidativo que produce la enfermedad, sino para evitar una infosura o detenerla, en el caso de que ya se haya producido. En este sentido, la dieta es tan importante como la medicación, puesto que la laminitis o infosura no podrán evitarse solamente con medicación o solamente con dieta, sino que la una complementa a la otra.
La dieta del caballo con Cushing y especialmente si está infosado o con un episodio de laminitis, necesita atención especial y estricta dirigida a:
- Proporcionar las calorías que esta patología requiere, no sólo por su particularidad, sino porque los procesos de dolor intenso consumen gran parte de ellas.
- Proteína adecuada por encima del requerimiento normal, para dar soporte al estado catabólico que la enfermedad genera.
- Perfil de aminoácidos esenciales ajustado a requerimiento para promover la regeneración de músculo, tendones, ligamentos, etc.
- Alta digestibilidad de los nutrientes.
- Consumo de grasas restringido y control del ratio de omegas para disminuir el proceso inflamatorio.
- Equilibrio del aporte y ratio de minerales traza, este paso es importantísimo para estabilizar el proceso de estrés oxidativo y muerte celular, mediante el soporte de las enzimas endógenas antioxidantes.
- Equilibrio de calcio, fósforo y magnesio para corregir la descalcificación propia de esta patología y optimizar la función energética y calidad de la insulina.
- Reducción de azúcares y almidón por debajo del 10%.
- Aporte de vitaminas E y A.
- Soporte nutricional con distintos nutracéuticos orientados a restablecer la circulación sanguínea al casco, y favorecer la homeostasis del sistema inmunitario alterado por la enfermedad.
Cada caballo necesitará además, aportes específicos de acuerdo a su estado actual y a la gravedad del proceso, así como de su propia idiosincrasia.
El trabajo en equipo del veterinario, el podólogo y el nutricionista se hacen indispensables para lograr el éxito del tratamiento, el control de la enfermedad y sus síntomas. Recordar en este aspecto que la laminitis es uno de los síntomas y no una enfermedad en sí misma, por lo que desatender la causa y origen del síntoma, llevarán al fracaso del control de ambos, patología y síntoma.