Cuando los caballos, inevitablemente, se hacen mayores, cambian a nivel físico y también a nivel psíquico. No todos envejecerán del mismo modo y su evolución y estado de salud dependerá del tipo de vida que hayan tenido, los cuidados que hayan recibido, la alimentación, la exigencia del entrenamiento, etc. Precisamente todos estos factores también influirán a la hora de responder a la pregunta: «¿A partir de qué momento consideramos que un caballo es viejo?». Aunque no todos los caballos envejezcan de igual manera, hay algunas características que definen cuándo se han hecho mayores.
La capacidad máxima de rendimiento del caballo se sitúa entre los 12 y los 16 años, edad a partir de la cual dicha capacidad se va reduciendo paulatinamente y cuando podemos decir que un caballo es mayor. A partir de los 20 años, será viejo y cuando cumpla 25, muy viejo. El tamaño y la raza son dos factores clave en el crecimiento del caballo: los grandes no suelen vivir tantos años como los pequeños. Igual que ocurre con los perros, el proceso de envejecimiento es más rápido en los animales grandes.
Los árabes, los shetlands y otras razas de tamaño pequeño tienen fama de ser longevas y esto es debido a la historia de su evolución. Este tipo de caballos se han adaptado a las condiciones medioambientales desde hace siglos y se han cruzado con razas que también se habían adaptado a su entorno, lo que los hace más resistentes.
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Si bien el proceso de envejecimiento no se puede detener, los jinetes y cuidadores lo podemos ralentizar, teniendo cuidado de su estilo de vida y entrenamiento. Por ejemplo, los tendones del caballo desarrollan su máxima resistencia hasta los dos años y ese punto será la base sobre la cual el caballo vivirá el resto de su vida. Como, generalmente, no podemos controlar el desarrollo y crecimiento del potro sino que lo compramos cuando ya es algo mayor, solamente podremos tener cuidado de un buen mantenimiento de las articulaciones y, en caso de tener algún problema, que no se le agrave o le cause mayores problemas. En este sentido, un buen calentamiento y mantener al caballo en su peso ideal le ayudará a no sobrecargar articulaciones, órganos y tendones y vaya creciendo de forma saludable.
Además de las canas, el organismo del caballo sufrirá otros cambios a nivel interno. Por ejemplo, al tener menos glóbulos blancos, será más propenso a padecer infecciones; o las fibras musculares soportarán menos las sobrecargas y se cansará más rápidamente. También perderá músculo y, debido a que éstos protegen las articulaciones, las cuales también van perdiendo elasticidad, puede sufrir lesiones. La termorregulación cambiará: los caballos mayores se enfrían antes y con las altas temperaturas pueden calentarse más rápidamente.
El sistema digestivo de los caballos mayores también sufrirá el paso de los años. Por un lado, el desgaste de los dientes les dificulta el masticar y eso hará que puedan tener más cólicos, potenciado por el hecho de que la movilidad intestinal no funciona como lo hace en el caso de un caballo joven. También hay otros factores que pueden provocar cólicos: el caballo camina menos por la artrosis y el intestino se paraliza y disminuye la cantidad de enzimas digestivas.
Finalmente, a nivel psicológico el caballo mayor puede mostrar ciertos cambios. Aunque la personalidad del caballo está plenamente desarrollada a los 10 años y el carácter debería mantenerse invariable, los caballos viejos han vivido muchas experiencias y eso les puede aportar tranquilidad y serenidad, sobre todo si están acostumbrados a su entorno. Aun así, algunos se vuelven más asustadizos, pero esto puede deberse a que ven y oyen peor y les dan miedo cosas que antes no lo hacían. Igualmente, si saben que tienen ciertas limitaciones físicas, son conscientes que ya no reaccionan igual de rápido y se vuelven inseguros. Asimismo, pueden volverse más tozudos, pero también se debe a factores físicos: les cuesta más adaptarse a su entorno y a los cambios y la tozudez les ayuda a evitar el estrés.