Según Buck Brannaman, «Los caballos aprenden lo que viven y viven lo que aprenden». Como imaginábamos, el carácter de los caballos, al igual que otros seres vivos, tiene una parte genética y otra de aprendizaje de lo que han vivido.
Los caballos, debido a su naturaleza, ya nacen de por sí pre-condicionados a ciertos estímulos. Esta sería la parte genética. Salvo excepciones, y a no ser que el caballo se trabaje con «imprinting», es posible que nos encontremos ante un animal tímido, desconfiado, sobre-reactivo, impulsivo, amigable, desafiante…. ¡Es una lotería genética!
A partir de ahí nos toca al ser humano saber tratarlo en función de su personalidad para no crear resabios en el potro. Una mala interpretación puede causar problemas de manejo, trabajo, doma, etc. Interpretar y leer correctamente a un caballo es lo que te lleva a obtener un caballo confiado y respetuoso.
Y a partir de aquí dejamos de un lado la genética con la que nace el caballo y entramos en terreno del «caballo que se hace», ya que te puedes encontrar un caballo con reacciones indeseadas, malos hábitos, problemas a la hora de manejar, de montar … y muy posiblemente esas situaciones provenga de lo que ha vivido.
Pero no hay que olvidar que muchas de estas reacciones indeseadas provienen de su naturaleza de presa, y son reacciones de miedo y huida.
Hay que gestionar esas reacciones de otra manera para no enseñarles lo que no quieres que aprendan y no se conviertan en lo que no son. Eso es algo que se les ha enseñado, no intencionadamente, pero que se les ha enseñado.
A partir de este momento los caballos empiezan a reaccionar por lo que han vivido y no por lo que son. Y en este punto, para poder obtener las reacciones deseadas, es muy importante reeducar a las personas, sí, a las personas, enseñarlas a entender y leer mejor a sus caballos, ya que lo que el caballo ya ha aprendido siempre queda en algún rincón de su mente. Bien sea el actual propietario responsable de las reacciones del caballo, o sea algo heredado con la adquisición del caballo, queda en manos del propietario la responsabilidad de la educación y la re-educación que no se llevó a cabo en el momento oportuno.
¡No es culpa del caballo que no hayamos sabido entenderlo!
Fuente: Horselife