El caballo Hannoveriano es uno de los más populares, especialmente entre los aficionados a la doma clásica, por tener muy buena presencia y movimientos ágiles, aires elásticos y rítmicos. Pero una de las curiosidades más sorprendentes (y algo desconocidas) es que esta raza ha tirado de las carrozas reales británicas hasta principios del siglo XX. De hecho, la familia real inglesa ha sido una de las grandes protectoras de esta raza, sobre todo Jorge I, elector de Hannover y rey de Gran Bretaña e Irlanda.
El Hannoveriano, de sangre templada y de carácter agradable y bastante dócil, es originario de Hannover (Alemania), desde el siglo XVIII. Su cuello se caracteriza por ser largo y fino y tiene un cuerpo ancho y fuerte, con una grupa musculosa y algo plana. Además, se caracterizan por tener cascos resistentes y bien formados. Aunque los más comunes son el alazán, castaño y negro, existen en otras capas. A principios del siglo XIX se empezó a mezclar con pura sangre inglés para ennoblecer la raza. En esta época se produjo la fundación del Libro de Registro Genealógico de caballos 1888, el predecesor de la actual Hannoveraner Verband. Tras la II Guerra Mundial se produjo un cambio en la dirección de la cría, sobre todo a través de la incorporación de Trakehner y Pura Sangre Inglés que refinó y ennobleció la raza nuevamente, aunque entre sus antepasados hay también ejemplares de la raza holsteiner.
Uno de los hannoverianos más reconocidos de la historia es la yegua de salto Simona, que ayudó a Hartwig Steeken en 1974 a ganar el Campeonato del Mundo de Jinetes. Algunos aseguran que Simona saltaba los obstáculos enseñando los dientes e, incluso, sonriendo.