Se dice que el caballo de Julio César tenía tres dedos en cada pata, lo que sería un vestigio evolutivo. En este artículo vamos a desmistificar algunas creencias sobre la evolución de los caballos que seguro que has oído en alguna ocasión.
Cuenta la leyenda que en las cuadras del mítico Julio César nació un caballo diferente. Sus largas patas remataban con dedos. Aquello se consideró como un buen presagio.
El potro era una señal de buena fortuna, y quien lo montara dominaría el mundo. Julio César lo llamó Genitor. Sería su principal montura, hasta el punto de llegar a protegerlo en batalla.
Puede que creas que se trata sólo de una leyenda. ¿Cómo puede un caballo tener formados dedos? Lo que nosotros conocemos es que el caballo tiene un único dedo que se transformó en lo que hoy llamamos el casco, recubierto con una gruesa capa de queratina. Esto sucedió como parte de la adaptación del caballo a la vida en la pradera.
Inicialmente, los antepasados de los caballos no vivían en la pradera, sino en zonas boscosas tupidas de ramas y otros obstáculos. Para desenvolverse en tal ambiente, sus cuerpos eran pequeños, cortas sus patas y sí, con dedos. Pero empezaron a expandirse como especie y a invadir otros hábitats más amables, que hicieron que su tamaño corporal aumentara, sus piernas se alargaran y sus dedos se fusionaran. Hicieron falta miles de años para que este antepasado se convirtiera en el espectacular caballo que hoy conocemos. Pero entonces, ¿qué fue lo que le pasó al caballo de Julio César?
En principio la evolución es lenta y gradual, pero no siempre. A veces algunos cambios suceden repentinamente, en cuestión de pocas generaciones. Los cambios evolutivos se graban en los genes, crear algo nuevo en ellos es relativamente lento y complicado, sin embargo que algo se revierta en ellos puede ser más fácil.
En realidad, los dedos en los caballos no han desaparecido, no al menos genéticamente. El caballo se gesta con dedos, y durante esta gestación es cuando éstos se fusionan, pero teóricamente todos ellos siguen ahí.
Las pruebas son variadas, pero tal vez una de las más sencillas para entenderlo es que, generalmente, cada dedo tiene una vena y una arteria, pero en el caso de los caballos, si bien el hueso y el cartílago se han hecho uno, los paquetes vasculares han mantenido su independencia y su dedo está sobrecargado de vasos.
Por lo que si se diera el caso de que estos genes se inhibieran en su actuación, no existiría esta fusión durante el desarrollo del embrión. Esto se denomina “atavismo” o “regresión”, la recuperación de cualidades que poseían las generaciones previas. Y he aquí la explicación de lo que sucedió con Genitor, que seguramente no sería el único de su especie a lo largo del tiempo al que le sucedió esto. Los caballos con polidactilia son relativamente frecuentes y cuentan que el mismísmo Alejandro Magno, cabalgó a lomos de otro .
De hecho, la regresión no es la única forma en la que un caballo puede desarrollar polidactilia: a veces un dedo se duplica por una mutación, como sucede en los humanos que nacen con seis dedos en una mano.
La evolución es fruto del azar, ensayo y error, y a veces sucede sin que el ojo humano la pueda detectar. Y de hecho para Genitor sus dedos no le supusieron ninguna ventaja frente a sus congéneres.
El desarrollo de estos rasgos atávicos no responde sólo a los caballos: a los humanos también nos puede pasar, como las colas vestigiales.
Aceptémoslo, la evolución no siempre es como la pintan. No siempre gana el más fuerte. No siempre funciona de forma gradual, a veces predomina el «saltacionismo».
La evolución no tiene un propósito y no progresa, simplemente cambia. Las mutaciones que hoy son buenas mañana pueden empujar a la extinción de una especie entera.
Fuente: La Razón