Los caballos konik miden cerca de un metro de altura, pero a pesar de su pequeño tamaño podrían tener un gran impacto sobre la biodiversidad. Al alimentarse de la vegetación leñosa que se acumula en los humedales abiertos, estos descendientes de los caballos de las pinturas rupestres ayudan a recuperar el paisaje que había cuando los grandes herbívoros vivían en libertad.
Esta raza de caballo doméstico originaria de Polonia cuyo nombre significa literalmente «caballito» en polaco, son de cuerpo robusto, patas cortas y cabeza grande. Las crines y cola son largas y oscuras, mientras que en el pelaje es de color canela ceniciento salvo en patas y morro, más ocuros. Algunos ejemplares muestran algún rastro de la «línea mular» de pelo oscuro que les recorre el lomo. Este cúmulo de características primitivas que se observan en el konik se deben a su peculiar origen, pues se trata del caballo doméstico más próximo genéticamente al tarpán. Su origen fue en el SXIX a partir del cruce de caballos domésticos con yeguas salvajes capturadas.
Antes de que los agricultores del neolítico empezaran a cultivar los humedales en lo que hoy es Europa, los herbívoros ponían coto a los bosques, lo cual promovía la aparición de hábitats variados para aves, insectos y plantas. Hoy los conservacionistas intentan recuperar esa diversidad. En muchas zonas esto implica volver a desbrozar con motosierra, pero los konik lo hacen mejor y por menos dinero. Actualmente los caballos trabajan en casi una docena de países; solo en el Reino Unido están presentes en una veintena de localizaciones.