En el pasado artículo, al que puedes acceder desde aquí, cité algunos parámetros a evaluar antes de tomar la decisión de montar o no montar a un caballo. En este, voy a dejar de poner el foco en el caballo y a explorar en nosotros, los humanos. Las relaciones con los caballos requieren de distintas habilidades que se incrementan en función del nivel de interacción.
Antes de interactuar con un caballo, deberíamos saber, qué le queremos aportar en este encuentro, cómo podemos lograrlo y saber si tenemos su permiso.
En función de lo que quiera aportar, voy a necesitar unas u otras habilidades. Algunas más físicas en el caso de entrenamiento montado o pie a tierra, otras más de percepción, de conciencia y las habilidades relacionales, sobre las que construiremos todo lo demás.
Las habilidades relacionales sirven para crear un marco de corregulación, a partir del cual evolucionar en la interacción, manejando el sistema nervioso dentro de un estado perceptivo de seguridad.
Stephen Porges dijo que la corregulación es un imperativo biológico de los mamíferos sociales y que, sólo se puede dar en relaciones basadas en la seguridad. Dado que el sistema nervioso sólo percibe seguridad o peligro, conocer bien su funcionamiento es de requerida importancia si queremos mantener el caballo, en modo social y motivado a vincularse con nosotros.
De las habilidades que describió Ray Castellino, usaremos principalmente:
★ La pausa
★ La cooperación
★ La opción al no
★ El contacto negociado
Y una que añado yo, que es la sonrisa.
Usando las habilidades relacionales y manejando la atención y la intención, creamos la base de todo encuentro que se deba considerar expansivo.
La percepción y la consciencia nos ayudan a crear una comunicación de gran sutileza y a ver posibilidades de cooperación con el caballo, más allá de lo convencional.
Nuestra forma física es determinante para las intervenciones con movimiento en las qué debemos acompañar al caballo en su actividad. Además se debe condimentar con conciencia corporal y conocimiento sobre biomecánica humana y del caballo.
Mi propuesta entonces, sugiere que nos capacitemos en habilidades relacionales para crear campos de corregulación sobre los que hacer el resto de actividades con caballos. Y que nos vayamos dotando de más recursos a medida que el nivel de nuestras interacciones crezca.
Por otra parte, saber siempre qué quiero mejorar en el caballo y tener herramientas para ello, es lo qué realmente marca la diferencia entre una equitación para el humano, o una equitación para un bienestar compartido, porque al poner el foco en lograr todas las habilidades que el bienestar real demanda, el humano empieza a recibir los verdaderos regalos que los caballos traen consigo.