De forma natural, el organismo del caballo responde para adaptarse a un entorno o una situación que le supone un desafío. La entrada de un caballo nuevo en las instalaciones, un concurso o un ruido muy fuerte pueden provocar que el caballo se asuste y se estrese. Podemos considerarlo como una situación normal si se trata de algo momentáneo o pasajero, pero debemos prestarle mucha más atención si este estrés se prolonga en el tiempo.
El estrés también se define como malestar: un dolor o sufrimiento que afecta al cuerpo o a la mente. El estrés tendrá un impacto negativo en los sistemas inmunológico, digestivo, reproductor y cardiovascular, así como en el comportamiento.
Las consecuencias del estrés para la salud y el bienestar del caballo a largo plazo son nefastas, no sólo físicamente sino también a nivel psicológico, de manera que es imprescindible controlarlo y ponerle solución. Por ejemplo, un cambio importante en el entrenamiento, el parto, una enfermedad, la presencia de otros animales o un entorno o instalaciones poco adecuadas dificultarán la adaptación del caballo a estos cambios.
A corto plazo, podemos detectar un incremento en la frecuencia cardiaca, un estado de alerta o intención de huir, que, a largo plazo, se pueden convertir en rechazo al ejercicio, descenso del apetito, comportamiento impredecible, estereotipias o depresión. En tal caso, será necesario buscar qué factores han desencadenado dicho estrés y reconducirlas, evaluando y tratando cada caso de forma particular.
Desde Équisens queremos daros algunas claves para detectar si un caballo sufre estrés. ¿En qué debemos fijarnos?