Tal y como decía Séneca, “la suerte es donde confluyen la preparación y la
oportunidad”. ¿Podemos llamar suerte dedicarse a lo que uno ama?
Apenas había llegado a las cuadras cuando exclamé: «¡Manuel, qué suertudo eres!». Él me preguntó: «¿Suerte por qué?», y yo respondí: «Por poder disfrutar de estos caballos tan tranquilos, de estas cuadras tan bien equipadas, de tus perros, de las gallinas y de los praditos verdes». Manuel replicó: «¿Tú lo llamas suerte?» Y así dimos inicio a nuestro debate del día.
Manuel Carvajal comenzó como jinete y luego se desarrolló como técnico deportivo, llegando a ser director de la escuela de la Real Maestranza de caballería de Ronda. Además, ha ejercido como juez de diversas disciplinas en España y profesor de equitación en un amplio espectro de países, incluyendo España, Francia, Italia, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Australia, entre otros. Su vasta experiencia y conocimientos en el mundo ecuestre lo convierten en una figura destacada en la comunidad equina a nivel internacional. Ahora pasa sus días viajando a otros países para impartir cursos y compartir sus valiosos conocimientos fuera de España. Además, dedica tiempo a Don Rodrigo, el centro de equitación del que es propietario, donde continúa su labor de enseñanza y entrenamiento en el ámbito ecuestre. Su compromiso con la promoción y el desarrollo del deporte de equitación tanto a nivel nacional como internacional lo convierten en una figura influyente y respetada en la comunidad ecuestre mundial.
Para continuar la conversación que se originó en cuanto puse un pié en Don Rodrigo, nos trasladamos del área de los establos al despacho de Manuel, que estaba repleto de libros y diplomas colgados en la pared. Allí nos recibieron Nelo y Tizón, sus dos perros, que estaban tumbados al sol que se filtraba por la puerta entreabierta. Manuel comenzó a relatarme sus primeras experiencias con los caballos. Resulta que a los 14 años se fue a Francia durante un verano, aprovechando que su primo, quien vivía allí y había establecido su propio picadero, necesitaba ayuda en su centro hípico. «Manuel, vente a Francia este verano, aprenderás francés y me ayudarás con los caballos, sé cuánto te gustan», le dijo su primo. Su padre lo animó y en pocos días partió hacia tierras francesas. Lo que se suponía que serían solo tres meses, se convirtieron en tres años. Durante ese tiempo aprendió a limpiar cuadras, cuidar caballos y administrar un picadero en todos los aspectos, pero no fue en Francia donde adquirió las habilidades de montar a caballo y convertirse en el profesional que más tarde se convirtió. A su regreso a España, un día mientras volvía de Rota con sus amigos, decidieron hacer autostop y para su sorpresa los recogió Luis Ramos-Paúl, un grande de la Doma Clásica, quien fue su mentor y lo ayudó a convertirse en el profesional que ya sabía que quería ser. Con él, pasó de ser un simple alumno a convertirse en un profesional, siendo esta etapa la más valiosa de su vida.
Según Alex Rovira en su libro “La Buena Suerte”, en el ámbito humano, la buena suerte está intrínsecamente ligada a valores como el coraje, la responsabilidad, el propósito, la humildad y la cooperación, entre otros. Estos valores conforman una red de actitud y habilidad que facilita el éxito para todos. A pesar de la existencia de la suerte aleatoria, que puede beneficiarnos o perjudicarnos, también existe otra suerte que se forja y se trabaja, donde el talento se manifiesta a través de la práctica de estos valores. En mi opinión, Manuel Carvajal ciertamente tuvo la suerte aleatoria de tener un primo en Francia que le permitió tener su primer contacto con los caballos. Sin embargo, nadie lo obligó a tomar esa oportunidad; fue una decisión propia salir de su zona de confort a la temprana edad de 14 años. No temió enfrentarse a las dificultades de un país extranjero con un idioma desconocido, demostrando una actitud proactiva desde el principio y comenzando a construir su propia suerte.
En el mundo ecuestre, todo es un desafío, desde el proceso de domar a un caballo hasta convertirse en un profesional en disciplinas como también la cría de ganado. La perseverancia es clave para construir esa buena suerte, y Manuel es buen ejemplo de ello, con metas claras y realistas, superando numerosos obstáculos en su camino hacia el éxito. Además ha sabido construir relaciones positivas con personas como Luis Ramos-Paúl, su profesor, quien lo apoyó en todo momento. Podríamos decir que Manuel ha dado pasos decisivos en su vida para forjar lo que comúnmente llamamos «suerte», no todo ha sido el azar. Manuel ha sido capaz de reconocer y aprovechar las oportunidades que se le presentaban manteniendo una actitud proactiva y agradecida hacia la vida.
Después de hacerle muchas preguntas, ya que soy bastante curiosa y habría seguido preguntando y aprendiendo de Manuel, para terminar nuestra conversación, le dije: «Bueno Manuel, ¿estás feliz con la vida que sigues teniendo cerca de los caballos, verdad?» Él respondió: «Claro, Lidia. A mi edad, todavía vengo a Don Rodrigo todos los días para montar mis caballos y enseñar a algunos alumnos. ¿Cómo no estar feliz?» Su respuesta reflejaba su felicidad y compromiso con su pasión, dejando claro que la gratitud puede atraer más cosas buenas a nuestro camino, no se trata de suerte azarosa. En la ronda de respuestas también destacó que su suerte no había radicado en tener caballos de alto nivel, sino en el hecho de que nunca ha perdido un caballo repentinamente ni ha sufrido enfermedades graves. Se trataba más bien de la constancia y disciplina con la que ha cuidado de sus animales.
Como despedida, le pregunté: «¿Algún día podrás darme una clase con tu yegua? » A lo que él respondió con entusiasmo: «¡Por supuesto, Lidia! ¡Y además, te la regalo!». ¡Qué suerte tuve!. ¿O no fue suerte?, ¿qué opináis?. No podemos afirmar sin más que todo es una cuestión de suerte, en todo caso una suerte construída.
Manuel Carvajal es un verdadero ejemplo de sabiduría, constancia, responsabilidad y humildad. Su historia nos recuerda que, como señala Alex Rovira en su libro, la suerte puede ser tanto un regalo del azar como el resultado de nuestras acciones y valores. ¡Tomemos el ejemplo de Manuel y busquemos nuestra propia suerte para poder dedicarnos a lo que realmente amamos, siempre nuestros caballos!