Aprender a dar el pie educadamente cuando se le pide es parte fundamental del entrenamiento de caballos jóvenes y es algo que debe hacerse regularmente.
Sin embargo, algunos caballos jóvenes se pierden este entrenamiento, ya que nacen y se crian en prados, lo que es perfecto excepto por el pequeño detalle de que cuando toca adiestrarlos, estos jovenzuelos desconocen totalmente lo que se va a esperar de ellos.
Guiarlos de la mano es una de las primeras lecciones, seguido por el respeto del espacio, el giro o la parada. Y aunque parezca sorprendente a veces nos olvidamos de enseñarles a dar los pies. La autora de este artículo nos cuenta su caso de un potro de sangre caliente de 3 años importado de Holanda, que se supone que estaba domado y montado, pero era casi imposible cogerle los pies, con la imperiosa necesidad de que necesitaba urgentemente un recorte de cascos.
Su anterior dueño era de los que pensaba que enseñarle a dar los pies no era importante ni prioritario.
Pero las implicaciones para la salud de un caballo al que nunca han podido tocar un casco son obvias: infecciones y daños en los cascos y patrones alterados del crecimiento del casco y los aplomos.
Cuando le intentamos sostener el casco a un caballo y este no se deja, deberíamos intentar aguantar unos segundos sin soltarlo, moviéndonos con él hasta que se de cuenta que es capaz de sostenerse sobre tres patas, y una vez que el caballo vea que no pasa nada y no se va a caer y deje de patear, entonces podremos liberar suavemente el pie como recompensa. Pero normalmente no es esto lo que los propietarios suelen hacer, con la excusa de que no quieren estresar al caballo, y si éste intenta liberarse, lo permiten. El resultado de esto son largos años de mal manejo de los pies y sus cascos y la dificultad de encontrar a un herrador que sea capaz de realizar su trabajo apropiadamente y sin jugarse la vida.
Enseñar a un caballo a dar el pie no tiene porque ser algo estresante. Para empezar con los caballos más jóvenes, es necesario familiarizarlos sosteniéndoles las manos amablemente pero de forma firme, y dejándoselas de nuevo en el suelo con cuidado a los pocos segundos. Esto debe de repetirse a menudo en el mismo día, idealmente cuando aún es un tierno potrillo, ya que estos principios se pueden aplicar a cualquier edad.
Para empezar, es mejor hacerlo con las manos mientras hablamos tranquilamente el potro. No es necesario acercarnos directamente a la mano, si no que es mejor empezar tocando el cuello y el hombro e ir bajando suavemente a modo de caricia hasta llegar al casco. Entonces apoya suavemente tu peso contra el hombro del potro para que libere el peso de esa mano, pero con cuidado de no ser muy bruto, no queremos desequilibrarlo, por lo tanto con una ligera presión será suficiente. Entonces, suave pero firme con la mano apoyada en la parte frontal del casco, empuja hacia atrás a la vez que dices algún comando tipo «dame» o «arriba». Mantén el casco levantado un par de segundos sujetando el casco con ambas manos o sjetándola con una y acariciándolo con la otra. Entonces di algo suave y melódico («bien») mientras poco a poco vuelves a bajar el casco al suelo, y lo vuelves a acariciar. Nunca sueltes el casco de golpe ya que lo puedes desequilibrar y asustar.
La misma metodología se podrá aplicar a los pies, una vez que las manos estén controladas y el animal no tenga ningún miedo ni inconveniente en darlas.
Fuente: EquiAds