A menudo nos llegan catálogos de accesorios para la equitación. Páginas y páginas de cabezadas, bocados, riendas… cabestros, serretas, amarres… martingalas, riendas largas… Una gran variedad de dispositivos diseñados para sujetar, tirar, empujar y restringir a nuestros caballos a través del contacto físico.
Cualquier persona del mundo del caballo que sea un poco compasiva enseguida descartará el catálogo de dispositivos diseñados para, en teoría, solucionar problemas de manejo, descartando estos instrumentos diseñados para entrenar por la fuerza y para generar incomodidad o miedo. Aunque hay algunos instrumentos que con una técnica adecuada y correcta aplicación se pueden utilizar.
Aún así cuando miramos a nuestros caballos en el campo, podemos ver que se comunican a través de otros canales a parte del físico. En ocasiones se cocean y se muerden entre ellos… pero lo habitual es la comunicación visual o corporal: una mirada, un movimiento corporal … son diferentes formas de expresarse y de comunicarse.
Hay que considerar un pequeño detalle en estos animales de 500 kg- sus orejas. Sus orejas comunican mensajes claros a otros caballos para que se acerquen, estén alerta o se aparten. Con unos pequeños gestos sin contacto, un caballo puede comunicar a otros caballos que se muevan, o que se acerquen, o que se muevan con ellos, o invitar a otro caballo a unirse al grupo.
Observa lo que sucede cuando un grupo de caballos está pastando y un caballo repentinamente levanta su cabeza y adopta un cambio de energía, postura rígida, mirando fijamente a lo lejos. El resto de la manada de repente para de pastar y se contagia de su energía y se ponen alerta. Imagina el poder a este nivel de conciencia para comunicarnos con los caballos.
Ray Hunt habla de armonía, Tom Dorrance habla de unidad y Bill Scott dice – «Es un sentimiento de unión que compartes con el caballo que no se parece a nada que hayas sentido antes«. Este horseman de Carolina del Norte ha desarrollado un programa para ayudar a los jinetes a establecer la comunicación que él describe como “un jinete, un caballo, una mente”.
“Esta no es una conexión relacionada con el contacto físico o acciones directas. No es una respuesta ofrecida para evitar alguna consecuencia negativa. Es el caballo siguiendo tu foco, sintiendo lo que tu sientes, tratando de averiguar lo que tú estás visualizando” dice Bill.
“No nos han enseñado a interactuar con el caballo de esta forma, por lo que no es lo normal que busquemos esta conexión cuando nos relacionamos con el caballo” apunta Bill. “La tradición se basa en que utilizamos al caballo buscando un objetivo concreto, presionandolo, tirando de las riendas …”. Conforme progresamos mejoramos nuestras habilidades y sensibilidad, y dedicando tiempo, nuestras ayudas se vuelven más sutiles, pero Bill defiende que aún existe margen para una comunicación basada en la conexión mental.
Los humanos por lo general no estamos preparados a este tipo de comportamiento, debido a que nuestra sociedad está mecanizada y hemos perdido la sensibilidad que teníamos de forma innata, pero que desde luego es y sigue siendo innata para los caballos.
“La sociedad nos ha condicionado a ser funcionales con la ausencia de la sensibilidad”, indica Bill. “Las personas pueden ir en sus coches a la oficina con el aire acondicionado hablando por el móvil con las ventanas bajadas, o ir a la carnicería y molestarse porque tienen que hacer una cola».
“Si somos capaces de sentir nuestra presencia interior, hacernos conscientes a un nivel más profundo y utilizar eso en nuestra relación con los caballos, tendremos medios poderosos para influirles de una forma más natural” dice Bill.
“If we can tap into our inner presence—become aware on that deeper level and use it in our horsemanship—we have a powerful means to influence the horse in a way that is natural to him, Bill says.”
La posición del cuerpo, la energía, y otras señales sin contacto físico pueden influir al caballo a cambiar incluso su equilibrio, preparado para moverse si se le indica. Si tu energía y foco se centran en los posteriores del caballo, él se moverá siguiendo ese sentimiento.
De hecho, ya estamos haciéndolo, para bien o para mal. Lo vemos en las competiciones en el que el jinete está nervioso y no puede hacer que su caballo se esté quieto (“pero si esto lo hace siempre bien en casa”). Lo vemos en todo tipo de espectáculos y competiciones (un rehuse, un mal movimiento, una desobediencia…). Claramente, nosotros ya estamos influenciando a nuestros caballos con lo que sale de dentro de nosotros. Entonces, ¿por qué no aprovechar esta sensibilidad a nuestro favor?
Está claro que podemos aprender rápido, responder de imediato, si así lo deseamos. Si las consecuencias negativas provocan miedo, el caballo se unirá rápidamente a nuestras ideas por temor. ¿Por qué no hacerlo más fácil?
“Este compañerismo que compartes con tu caballo debería ser un tema de colaboración” dice Bill. “ En cualquier relación, la condición ideal es donde ambas partes quieren las mismas cosa. Aunque probablemente, esa no es siempre la realidad, si se puede construir una relación en la que los dos estéis dispuestos a hacer cosas por el otro, y esa siempre será una buena relación.
“Mi mujer puede pedirme que corte el césped. Esto puede ser algo que no me apetece hacer, pero estoy dispuesto a hacerlo. Sin embargo, si ella me lo pidiera amenazándome con un palo, terminaría cortando el césped pero nuestra relación se deterioraría. Esta idea de una relación colaborativa no es diferente de lo que Ray Hunt o Tom Dorrance decían, pero si creo que es algo que la gente, la mayor parte del tiempo que está entre caballos, no tiene en cuenta.
Fuente: Eclectic Horseman