Los caballos de competición por desgracia se limitan a una disciplina. No es siempre lo más adecuado para desarrollar su físico, sus aptitudes naturales y por consecuencia su estado mental.
Es verdad que la pista será la mejor adaptada a la disciplina del atleta, pero siempre será la misma, estresando las mismas estructuras musculares. Será plana con un piso regular.
Los círculos en las mismas zonas, de trazados pequeños siempre exigiendo lo mismo, permite que el animal tenga ciertas estructuras sobre ejercitadas y otras inutilizadas. No hay que olvidar que el caballo se tiene que coger como un ser global, que se tiene que desarrollar varios aspectos, como impulsión, puesta en mano, equilibrio cuerpo-mente, pero también frecuencia cardiaca, propiocepción y que no le falten las ganas de colaborar.
Muchas veces los primeros bloqueos mentales se ignoran, por desgracia. Hasta llegar a considerar que el animal tiene los cables cruzados y que ya no sirve para el trabajo en pista. Ojalá se hubiera considerado su estado mental desde el principio.
En mi experiencia los mejores resultados se consiguen con un trabajo variado:
Se trabaja en la pista, para trabajar la puesta en mano, la rectitud, el equilibrio con medias paradas, la soltura, las transiciones, la gimnasia, los estiramientos, los cambios de aires.
Se sale al campo para acostumbrar al caballo a la variedad de situaciones reales. Generalmente se va en grupo y se crea, sin ningún esfuerzo, una impulsión natural difícil de obtener en la pista.
El trabajo pie a tierra ayuda a trabajar la musculatura menos desarrollada del animal, sin preocuparse de los efectos del peso y la postura del jinete. Estas sesiones ayudan a fortalecer la musculatura que aguanta el esqueleto del caballo, dejando de lado la musculatura de propulsión y permitiendo al caballo ir de una forma más elevada, y actitud de reunión -“self-carriage”.
En cada momento se tiene que tener en cuenta la conformación y aptitudes del caballo. La conformación no se puede cambiar, entonces se tiene que ser realista con las posibilidades de cada atleta. Aparte de la edad, su propio desarrollo real, su condición física.
Una vez asimiladas sus posibilidades y su nivel de entrenamiento, empiezas a trabajar con cadencia, impulsión y regularidad. Luego al día siguiente haces un paseo por el campo, permitiendo alargamientos en todos los aires, series de trote o galope para activar la frecuencia cardiaca y el flujo sanguíneo.
Se nota mucho un caballo que solo se ha trabajado en una pista. Lo sacas al campo y la primera subida o bajada, pisa sobre huevos.
No hay nada mejor como ir al campo al paso con las riendas largas. El caballo está obligado a buscar su propio equilibrio además de contar con nuestro peso. Un buen jinete sabe cómo no interferir con la biomecánica del animal, al contrario, la gracia está en utilizar estos terrenos para desarrollar la propiocepción y las aptitudes de las que carece.
Si el animal ya no quiere entrar en la pista, te está diciendo algo.
La variedad del trabajo es primordial para tener un animal equilibrado no solo muscularmente sino también mentalmente.
El trabajo del entrenador es trabajar la base, hasta que el caballo te demuestra una aptitud mejorada, podría ser una actitud de reunión, de saber emplearse de forma más apta, de poder mantenerse más tiempo con una postura correcta. Y si no nos demuestra una mejoría es buscar dónde falla, ya que no pueda avanzar. Generalmente hay que volver al principio, debido a la rapidez en su entreno.
El caballo pesa más de 500 kilos y nosotros humanos no podemos forzar un trote largo o brincar un caballo con un cierra bocas. No se puede frenar con las manos e incrementar la impulsión en las piernas. Esto provoca un cansancio en el jinete y contradicción en el animal. Es contraproducente. Es en vano utilizar la fuerza.
La gracia está en aceptar la impulsión del atleta en este mismo momento, al trabajar un trote de trabajo, valoras su nivel y el punto de partida.
Se busca impulsión, una puesta en mano, sin olvidar de extender el lado exterior del caballo, para que pueda moverse y flexionarse de forma equilibrada. Se le permite avanzar, sin restringir la cabeza, solo utilizar la exterior para equilibrar y finalmente se utiliza la rienda interior para colocar la cabeza.
El jinete tiene que permitir al animal ampliar su musculatura lateral, utilizar y desarrollar al máximo, exagerar extremos para averiguar de lo que es capaz el animal. Una vez que el caballo empieza a estar más equilibrado, más cuadrado, se podrá considerar la reunión. Hay que darle intención al espacio horizontal y vertical, no suficientemente aprovechado, tanto para el caballo como para el jinete.
Generalmente, si el animal está correctamente equilibrado se reúne solo, sin intervención del jinete, y entonces sabrás que habréis logrado conjuntamente otro peldaño.
Es verdad que cuantas más expectativas tiene el jinete, a más presión está sujeto el caballo.
Hay que reconocer que muchos caballos no tienen la capacidad mental para sostener una vida de concursos y competiciones.
Por desgracia ves animales que se vuelven robots porque aprenden que se les premia un trote largo bien hecho. Cuando montas un caballo que sabe que si alarga recibe premio es donde ves que quizás algo ha fallado debido al estrés y las exigencias.
Un caballo precipitado es un animal estresado.
No hay nada mejor que montar de tranco en tranco para llegar a un entreno beneficioso.
Su biomecánica está diseñada para funcionar de cierta forma, nos toca a nosotros saber desarrollarla para que el caballo aprenda a utilizarla de manera eficaz para evitar lesiones.
Estáis equivocados si pensáis que se empieza reuniendo el caballo. La reunión es la meta, el resultado de un buen trabajo. Es una actitud, no es un aire.