Como saber donde se encuentra la línea que separa el adiestramiento de sometimiento
En el manejo y uso del caballo queremos ser lo más justos posible con él, para velar por su buen estado físico y mantenerle mentalmente motivado para que se entregue a nosotros. Eso incluye respetar su etología, evitar superar sus límites físicos y mentales. Pero al mismo tiempo esperamos que se adapte a la vida doméstica, colabore en un sinfín de actividades anti-naturales y que nos dé el máximo rendimiento posible. A cualquier jinete se le plantea el dilema de a cuánta exigencia hay que someter al caballo para lograr sus objetivos.
El fin justifica los medios? ¿Qué prácticas consideramos éticas para aplicar durante el entrenamiento? Hasta incluso podríamos discutir si es ético o no montar a un caballo.
Según mi opinión, en la vida doméstica un caballo ve afectada su libertad de movimiento, elección de comida y reproducción por una serie de restricciones, pero al mismo tiempo gana en comodidad y cuidado. El caballo domesticado no tiene que pasar hambre o sed y en caso de enfermedad, tiene la atención de un veterinario. Mientras se vean satisfechas sus necesidades básicas (movimiento libre en espacios grandes, contacto con otros equinos, suficiente heno o pasto y manejo adecuado) hasta los caballos salvajes se pueden adaptar a la vida doméstica. El uso del caballo en la equitación es la moneda de cambio en favor del esfuerzo por parte de sus dueños por mantenerle en unas buenas condiciones de vida.
Mientras en la equitación no lastimemos al caballo y no le perjudiquemos física o mentalmente no veo motivo por el que no podamos disfrutar de esta maravillosa actividad. El trabajo es beneficioso para la salud postural del caballo, si le enseñamos a reunirse para subir el dorso. Además, puede resultar relajante o lúdico si por ejemplo, vamos de paseo con él. Observando los indicadores del estado de ánimo del caballo como los ojos, las orejas y la cola, por su grado de tensión y su actitud muchas veces parece que ellos también disfrutan del ejercicio físico en la equitación.
Tenemos que tener claro que forzar al caballo físicamente o castigarlo no son solamente medidas éticamente cuestionables, sino además poco eficaces a la hora de entrenarlo. Si intentamos forzar a un caballo, por ejemplo, para subirlo al remolque, es inevitable que él empiece a luchar, con lo cual aumentamos el riesgo de un accidente y/o resultar heridos. En una lucha a fuerza es probable que salgamos perdiendo nosotros. Si no logramos el objetivo, el caballo aprende a resistirse a nuestras peticiones, justo lo contrario de lo que pretendíamos.
Lo que necesitamos en el manejo y uso del caballo es una clara intención y determinación sobre lo que esperamos de él. Tenemos que indicar al caballo qué debe hacer para que pueda cumplir la petición. Debido a la ausencia o inconstancia de peticiones por nuestra parte, el caballo se distrae y según su comportamiento natural empezará a comer hierba o a buscar la compañía de otros equinos. Si no insistimos y mostramos determinación detrás de nuestras peticiones, el caballo tendrá la sensación que no es necesario hacernos caso y perderemos el control sobre él.
La determinación consiste en empezar con un claro estímulo de intensidad baja, dejar al caballo suficiente tiempo para procesar la petición e iniciar la acción y aumentar la intensidad del estímulo si es necesario. En el mismo momento en que el caballo muestre la intención de ceder a nuestra petición, hay que aflojar de inmediato la presión del estímulo. Es importante tener en cuenta que una petición no necesariamente crea la acción correcta, debemos premiar al caballo por cualquier intento de encontrar la respuesta deseada. Es a través de las repeticiones que el caballo aprende a dar una respuesta más concreta, constante y durante más tiempo.
Determinación adaptada al caballo:
1) Visualizar el ejercicio, ser preciso con la acción deseada
2) Empezar cualquier acción con el mínimo estímulo posible y aumentarlo hacia el máximo necesario para obtener una respuesta del caballo.
3) Dejar al caballo tiempo de procesar y reaccionar
4) Aflojar y premiar al caballo a la más mínima intención de obedecer a nuestra petición
5) Repetir el ejercicio y aumentar las expectativas
Aumentar la intensidad de la petición en 5 fases
Fase 1: estímulo mínimo, esperando respuesta. ‘’Por favor, podrías ser tan amable de girar a la derecha’’ y estímulo mínimo persistiendo o intermitente, esperando respuesta. ‘’Perdona, creo que no me has entendido, quería que girases a la derecha’’.
Fase 2: estímulo en intensidad media persistiendo o intermitente, esperando respuesta. ‘’Quiero que gires a la derecha”.
Fase 3: estímulo intensidad media/alta, esperando respuesta. ‘’Gira a la derecha ¡Ya!’’.
Fase 4: estímulo intensidad alta, esperando respuesta. ‘’Si no giras a la derecha voy a tomar otras medidas”.
Fase 5: estímulo máximo, obligar el movimiento a la fuerza. ‘’¡Te haré girar a la derecha tanto si quieres como si no!’’.
En general, queremos evitar llegar a las fases 4 ‘amenazar al caballo’ o 5 ‘recurrir a la fuerza física’ de obligar la acción en vez de esperar a que el caballo la dé, porque el caballo trabajaría con la musculatura antagonista a la necesaria para realizar la acción deseada, lo que conlleva la pérdida de equilibrio y ligereza. Si tenemos que recurrir a la fase 5, lo más probable es que nosotros hayamos elegido un ejercicio demasiado difícil para el caballo. Puede que aún no entienda qué tiene que hacer o que físicamente no esté preparado para ello. En ninguno de los dos casos, el hecho de aumentar la presión sobre el caballo será una solución para resolver el problema de raíz.
El castigo:
El castigo es una herramienta didáctica muy pobre en la enseñanza o el entrenamiento. Se suele aplicar después de un comportamiento no deseado o en caso de que al jinete le falten alternativas para enseñar al caballo el ejercicio deseado. El castigo puede generar una pérdida de confianza en el jinete y en sí mismo. También puede comportar miedo al fracaso. Genera inseguridad sobre lo que se espera de ellos y el miedo al posible castigo hace que muchos caballos domados empiecen a ponerse nerviosos o tensos en el momento en el que iniciamos una petición, mientras que en la equitación, nuestros objetivos son la armonía y la descontracción del caballo.
Castigar los errores cometidos durante el entrenamiento o comportamientos no deseados tiene otra consecuencia a la hora de entrenar a un caballo: no le indica cual es la acción deseada. Si practicamos por ejemplo, la salida al galope y nos sale a la mano equivocada, al reñirle puede pensar que no debe salir nunca al galope o que no debe pasar por el sitio donde hemos pedido la salida. Eso deja mucho margen de error de interpretación y hace más difícil y pesado para el caballo colaborar con nosotros.
En general, podemos decir que si el caballo supiera lo que esperamos de él, lo haría. Los caballos saben hacer todos los ejercicios mucho antes de que nosotros pretendamos enseñárselos, somos nosotros que tenemos que aprender a pedírselo con educación.