Seguro que conoces más de un caso en que el caballo no acepta la embocadura y presenta problemas en su manejo. Con demasiada frecuencia cambiar a una embocadura distinta parece ser la solución. Es cierto que el tipo de embocadura juega un papel importante, pero deberíamos siempre ir un poco más allá. Hoy en día podemos encontrar en el mercado infinidad de embocaduras. Hay filetes de diferentes formas, medidas y materiales. Hay embocaduras con diferentes tipos de palanca, con desveno, sin desveno, correctional bits, etc. Si aparece un problema siempre hay un utensilio nuevo que asegura ser la solución y el nuevo mecanismo que se nos presenta promete corregir aquello que no queremos o no nos gusta, realmente la oferta es amplia. Pero a mi entender ello es producto de una actitud en la que el jinete no se hace responsable del problema, o por lo menos, no reconoce que él es quien juega el papel más importante.
Es cierto que hay embocaduras mejores que otras. Al igual que hay jáquimas, o bozales mejores unos que otros, y que algunos han sido pensados y elaborados para facilitar y obtener una mejor comunicación con el caballo. Partiendo de una buena calidad, las diferencias entre unos y otros está en entender su efecto en la boca, en el hocico y la cabeza del caballo, y por tanto en cómo usarlos.
Si tenemos un problema con la embocadura que usamos, en lugar de tratar de obtener una solución rápida entre multitud de diferentes frenos que prometen corregir esa resistencia que el caballo presenta, seria mejor tratar de entender cómo nuestras manos están afectando el uso de la embocadura. Las diferentes posiciones de nuestras manos en cada rienda, los ángulos y dirección de nuestra acción, la cantidad de presión ejercida y su duración, determinan respuestas completamente distintas por parte del caballo. Si somos capaces de experimentar como usamos nuestras manos al accionar las riendas y su efecto en el caballo podremos identificar la causa del problema y hallar un camino hacia la solución. En cada situación en que nos hallemos, la posición de nuestras manos puede afectar a la elevación de la cabeza, el ángulo de dirección, la velocidad, la posición de los pies, etc.
Cuando la persona no tiene más recursos y se limita a aplicar más presión, y delegar la responsabilidad en un mecanismo, tarde o temprano se producirán más problemas. Comprar una nueva embocadura o cualquier otro instrumento que promete ser la solución al problema, únicamente requiere tener el dinero necesario para comprarlo. Entender por qué se crea el problema, aprender a utilizar el equipo, saber reconocer nuestros errores y querer mejorar nuestra presentación al caballo es un proceso que consume mucho más tiempo y requiere más esfuerzo. Si estamos dispuestos a invertir ese tiempo en desarrollar el tacto y la comunicación con nuestras manos estoy seguro de que nuestro caballo sabrá agradecerlo. Si observamos la causa y el efecto y aprendemos de ello, veremos que el caballo no trata de pelear, buscar problemas o humillarnos. El caballo busca siempre el camino más fácil y de menor resistencia.
Dicho esto, ¿qué embocadura o mecanismo es mejor que otro? Con tantas teorías, disciplinas de monta, métodos, y programas de entrenamiento resulta difícil diferenciar lo bueno, de lo regular, lo malo y lo peor. La oferta nos desborda y nos confunde. Yo opto por ver que usan aquellos jinetes, o horsemen a los que más admiro, y que considero que tienen una experiencia más amplia, siempre de acuerdo con una filosofía de monta y trato del caballo. Una vez escogida la embocadura hay que comprender que su diseño y fabricación tuvieron un propósito de acuerdo con un uso y filosofía de monta. Desarrollar un uso correcto requiere práctica, precisión, entendimiento, y tiempo. Un uso correcto desde el principio nos va a ahorrar muchos problemas y el tiempo necesario para resolverlos, si es posible.