“¡¡Dale más fuerte!!”, “¡¡Que lo haga ahora o sino ya quedará estropeado para siempre¡¡”, “¡¡enséñale quien manda!!” “¡¡Que no ves que se está riendo de ti!!”, “¡¡no le puedes dejar ganar!!”.
Hace un par de meses, en una de mis visitas al Reino Unido, una de mis clientas, mientras trabajábamos uno de sus caballos con problemas de comportamiento y miedo, me dijo que, reflexionando sobre ello había llegado a la conclusión que «el entrenador de su caballo debía ser la misma clase de persona que había sido su padre».
¡BUM! , esto me trasladó 20 años atrás, cuando yo todavía estaba en la península formándome con uno de los grandes dentro de la Doma Clásica en España.
Estaba sacando un semental, aún potro, del establo. El potro no quería salir porque había un cambio de luz bastante brusco entre el interior de su cuadra y la brillante luz del sol que entraba de la calle (por entonces yo no sabía que esta era la razón). Cómo tardaba demasiado, dicho campeón de doma, quiso darme una lección de “manejo de caballos” y al pobre semental, otra en obediencia.
Lo que termino pasando fue que el semental salió de la cuadra a fustazos, y yo aún recuerdo sus ojos asustados, temblando y con su cuerpo encogido. Seguido de la frase “Ya aprenderás, no debes dejar que te tomen el pelo” y allí nos dejo a los dos, asustados y sin saber qué hacer.
Por aquel entonces, y tristemente hoy en día todavía, esas prácticas eran y están consideradas normales en muchos círculos. No sólo entre caballos, perros, y otros animales, sino entre niños también; si no lo entiendes a las buenas, lo vas a entender a las malas.
Tristemente este lastro generacional y cultural, el abuso, no sólo está aún muy vivo, sino que para mucha gente es la única manera. La falta de herramientas y auto reflexión hace que ese modo de relacionarse y entrenar sea aún común. El no saber amar correctamente, no es lo mismo amar mucho que amar bien.
La verdad es que si me preguntas a mí, no sólo no tienes que ganar cada batalla con tu caballo, la verdad es que no hay ninguna batalla que ganar o luchar.
Erase una vez, una civilización que veía el mundo en forma de arte y de cultura; esos eran los griegos, y entre los griegos, había el gran Maestro Xenophon o Jenofonte (para los que no os suene el nombre, es el padre de la doma y del primer libro sobre caballos, cómo entrenarlos y cuidarlos para que estos estén sanos), un comandante y filosofo griego del 430 D.C que decía: “lo que el caballo hace por obligación o miedo lo hace sin comprender, y por lo tanto la belleza del movimiento desparece, lo mismo que si a un bailarín se le obliga a bailar a la fuerza a base de fustazos”
Por otro lado, también estaban los Romanos, y digamos que ellos tenían otra manera de relacionarse, digamos que eran más bruscos a la hora de entrenar a los caballos.
Des de entonces y hasta ahora, la cosa no es que haya evolucionado mucho. A groso modo las dos escuelas siguen igual de vivas, ya sea entrenando caballos, educando niños o haciendo negocios.
Hay continuas batallas por oposición; hombres contra mujeres; adultos contra adolescentes; lo tradicional con lo científico; es como si continuamente estuviéramos luchando contra los demás.
Lo que a menudo escucho cuando alguien nuevo me viene a ver y empezamos a trabajar con la filosofía Symbiosis, es que la manera positiva que tenemos de entrenar a los caballos, es totalmente lo opuesto a lo que ellos están acostumbrados a ver y a hacer. Que les enseñaron a ser bruscos, a ser agresivos con los caballos, pero que nunca se sintieron bien haciéndolo, que nunca les convenció este método egocéntrico y brusco, pero que era necesario ya que se les exigía que lo hiciesen. Realmente lo entiendo, hace 20 años yo tampoco fui lo suficientemente fuerte para decirle a un supuesto Maestro de la Doma aquí en España que aquello de dar fustazos, de gritar (tanto a los caballos cómo a los alumnos) y de exigir a trompazos no era la manera adecuada. En aquellos momentos yo tampoco fui lo suficientemente fuerte o inteligente para decirle basta, y que así no se hacen las cosas. Era una más, siguiendo las órdenes de los que supuestamente sabían.
Lo que sí que me pasó, es que a los pocos meses de estar con aquel señor, perdí las ganas de estar con los caballos. Aquello que toda la vida me había apasionado y que des de bien pequeña me gustaba, ya no me apasionaba, así que me fui. Dejé los caballos por una larga temporada.
Por suerte, cómo me gustaban tanto, no pude alejarme mucho de ellos y decidí, a los 19 años cambiar de país, a ver qué pasaba.
Hace años leí un estudio científico que describía los factores físicos y fisiológicos del porqué un caballo no puede aprender cuando está asustado o ante mucho estrés. Esta era la prueba que yo necesitaba para continuar entrenando a mi manera, y con amabilidad se la enseñaba a los que cuestionaban mi trabajo.
Des de entonces han salido muchos más, incluso sabemos sobre los signos de calma, que nos ayudan a entrenar entre niveles óptimos de estrés y así mejorar la experiencia tanto para los caballos como para los humanos.
Esto fue después de haber trabajado durante años re-entrenando caballos que habían sido estropeados, y de muchos otros que eran brillantes pero que habían sido sobre entrenados siendo todavía demasiado jóvenes. Todos habían lidiado con un liderazgo violento, y aunque el artículo determina que no se puede aprender cuando uno está asustado, todos esos caballos habían aprendido mucho, el problema es que tristemente, lo aprendido no era nada bueno.
Quizás sea normal, muchos de nosotros hemos tolerado criticismo, ya sea de nuestra familia, “amigos” o colegas o de los medios durante décadas. Algunos nos rebelamos y nunca les damos la credibilidad que tanto exigen, otros nos sentimos humillados, nos encerramos con nuestros sueños rotos y nos aislamos. Los caballos hacen lo mismo.
En el mundo en el que vivimos entrenar de un modo compasivo hace que puedas ser el hazmerreir de la hípica o el centro ecuestre; definitivamente hay un sentimiento en el aire que da a entender que entrenar con compasión es para cobardes, es para los que no pueden ganar la batalla con su caballo, para los que no son capaces de DOMAR a su caballo, para los que montan como una “niña”.
Recientemente vi una clase de una chica montando a su caballo, este era joven y estaba dudoso y algo asustado. Sus amigos, des del otro lado de la valla de la pista, la animaban a seguir dándole más con la pierna y fusta, a la vez que ella le tiraba de las riendas para que fuese hacia adelante. El caballo cada vez estaba más estresado y más confuso, intentando adivinar y dar en la tecla correcta para que le dejaran de presionar. Me pareció estar en un circo Romano.
Entiendo que los humanos somos depredadores, somos guerreros, pero también somos capaces de hacer cosas increíblemente bonitas y hacerlas con el corazón. Cómo actuamos y lidiamos con los caballos, los perros y los niños nos da la oportunidad de fijarnos en aquello que nunca queremos ver.
Aqui dejo una nota para los buenos buenísimos dentro del mundo de la equitación; para aquellas almas benditas que no se atreven a hacer para no ofender a su caballo; ser la mejor versión de tu mismo no quiere decir que no puedas poner límites o reconducir comportamientos; decir NO es aceptable y de hecho, cuando nos relacionamos con especies de más de 500 kg, es muy importante que todo el mundo tenga bien claro cuáles son nuestras responsabilidades porqué es igual de peligroso un caballo asustado que un caballo consentido y malcriado: los dos extremos se tocan, son igualmente peligrosos y lastiman por igual a nuestros amados caballos.