Peyo es un semental de 14 años, que alivia y estimula a pacientes terminales de cinco hospitales de Francia. Su veterinario cree que se debe a la existencia de un vínculo ancestral en los genes entre los equinos y los humanos.
Este caballo de doma clásica posee una capacidad única para detectar aquellos pacientes que padecen un cáncer avanzado, Alzheimer y otras enfermedades terminales. Si bien no los cura, Peyo les transmite su energía y los tranquiliza, consiguiendo que los pacientes hablen o caminen después de meses sin hacerlo.
Peyo visita, desde hace tiempo, hospitales en las cinco ciudades francesas de Dijon, El Havre, Niza, Antibes y Calais. Consigue estimular a los pacientes, mejora su estado de ánimo y permite reducir la medicación, por eso, esta experiencia ya forma parte de diferentes estudios científicos, no tan solo en el ámbito de las cuidados paliativos, sino también en geriatría y pediatría.
El caballo se acerca a los pacientes y se deja acariciar, a la vez que los mira y los lame. Pero es él quien escoge a los pacientes; incluso hay días que rechaza entrar en el hospital y sus cuidadores se lo respetan. Antes de entrar, siguen un meticuloso protocolo de higiene y duchan al caballo, lo cubren con un protector y le aplican un aceite antiparasitario en los cascos. Peyo es tan increíble que ha aprendido a subir al ascensor e, incluso, a no hacer sus necesidades durante las visitas.
Además, el personal sanitario de los hospitales ha comprobado que su presencia ofrece alegría, humanidad y optimismo a los centros. Su dueño y adiestrador, Hassen Bouchakour, de 31 años, también es una persona peculiar: paciente y generoso, acompaña a Peyo a los hospitales y a las exhibiciones. Explica que cuando lo compró hace siete años, le dijeron que estaba hecho para él, que tenían el mismo carácter. Admite que Peyo es muy nervioso y al principio no le gustaba que lo acariciaran, hasta que su dueño dejó de querer imponerse y le permitió hacer su voluntad.
Sorprende descubrir que Peyo suele ser distante y frío y que no le gusta el contacto con la gente ni con otros caballos, pero Hassen explica que, en cambio, se transforma ante las personas muy enfermas. Si bien ambos saben que muchas veces acompañan a las personas en su final, Hassen dice que «no hay que mirar la muerte sino la vida antes de la muerte; en esa última fase de la vida es cuando más te necesitan».
Uno de los objetivos de Bouchakour es realizar un centro modelo en cuidados paliativos en Calais. Ha fundado la ONG Les Sabots du Coeur, la cual sufraga los 30.000 euros mensuales que cuestan los viajes, controles veterinarios y otros gastos.
El veterinario y cirujano equino Tom Mariën, de la clínica Equitom de Lumen (Bélgica), admite que no ha visto nada igual en sus 30 años de carrera profesional: «Un caballo normal haría tonterías en la habitación de un hospital, sería peligroso para las personas y las instalaciones, pero él no, se comporta como un ser humano». Sugiere una explicación histórica y genética, ya que «durante miles de años, han estado cercanos a los seres humanos, mucho más que en la sociedad moderna», por lo que cree que «los humanos tenemos algo genético, muy profundo, de relación con los caballos y de respeto hacia ellos». De esta manera, dice, «los pacientes le tienen respeto y se sienten protegidos; el caballo les da poder y fuerza». Según Mariën, Peyo es un caballo totalmente normal, pero que tiene algo en sus genes que los modernos caballos de competición han perdido y que él conserva.