Salvo que seas un extraterrestre o un extraño ser humano que ni siente ni padece, estoy seguro de que en tu trayectoria en el mundo hípico alguna vez habrás sentido una incómoda sensación de nervios, de inseguridad o hasta de miedo.
Puede ser que compitas y tengas ese habitual estado de nervios que hace que se te quite el apetito, te muestres como ausente o estés más excitado de lo habitual, ya sabes, esas típicas mariposas en el estómago; aunque en ciertas ocasiones, más que mariposas parecen gaviotas o cualquier otro animal volador de considerable tamaño. Quizá experimentes estas sensaciones simplemente cuando estás montando en tu centro ecuestre y percibes que hay varias personas observándote, o cuando acudes a un clinic. Si eres jinete o amazona profesional, estoy convencido de que con algún caballo has experimentado un cierto peligro que ha hecho que sientas miedo; igual quieres hacerte el valiente y decir que no, o ponerle otro nombre a esa sensación, pero tú y yo sabemos que es miedo, y sí, yo también lo he experimentado alguna vez en mi etapa como jinete. Pero, ¿qué ocurre en nuestro organismo cuando sentimos miedo, inseguridad, nervios? Y más importante aún, ¿cómo podemos gestionar esas incómodas sensaciones al montar ciertos caballos complicados?, ¿o al salir a pista bajo la atenta mirada de los jueces?
Para responder a estas preguntas, debemos conocer el concepto de activación. El concepto de activación se refiere al estado fisiológico y psicológico que presenta un jinete o una amazona ante cada actuación que debe llevar a cabo, ya sea un entrenamiento, una competición o cualquier otra actividad que vaya a desarrollar. En cada situación o contexto, la misma persona mostrará un nivel diferente de activación; fluctúa desde un estado de máxima relajación hasta un nivel de gran sobreexcitación, y entre ambos extremos se halla el nivel óptimo de activación. El nivel de activación que tenemos cuando montamos a caballo tiene importantes efectos en el rendimiento que mostramos sobre la montura, por ejemplo; condiciona la tensión muscular y la coordinación psicomotriz, afecta a la precisión de la motricidad fina, influye notoriamente en el grado de atención y concentración, repercute en la rapidez y el nivel de acierto con que se toman las decisiones o interviene en la eficiencia del procesamiento de la información.
El nivel de activación que tenemos en cada momento depende del sistema nervioso autónomo, encargado de controlar el funcionamiento de los órganos internos del cuerpo mediante dos subsistemas: el sistema parasimpático y el sistema simpático. El primero entra en funcionamiento en estados de relajación; estimula la actividad del sistema digestivo y reduce las frecuencias cardíaca y respiratoria, entre otras acciones. En sentido opuesto, el sistema simpático se activa bajo situaciones que demandan energía; provoca la inhibición del aparato digestivo y el aumento de la actividad de los sistemas cardíaco y respiratorio, entre otros efectos. El nivel de activación que experimenta un jinete o una amazona está determinado por la interpretación que cada persona hace de la situación; una misma competición puede ser percibida de diferentes formas por los jinetes que acuden a ella, y un mismo potro puede percibirse como más o menos peligroso por cada amazona que debe montarlo.
Y ahora que te he explicado brevemente qué ocurre en tu organismo cuando experimentas esas incómodas sensaciones, veamos tres formas de regular tu nivel de activación para que en el futuro puedas gestionar mejor los nervios, la inseguridad o el miedo.
Una de las formas más útiles y efectivas de regular el nivel de activación es respirar de forma consciente, voluntaria; sí, puedes influir en tu nivel de activación mediante el control de la respiración. Como te expliqué antes brevemente, nuestro sistema simpático provoca que el ritmo de la respiración se acelere cuando experimentamos esas sensaciones de miedo o inseguridad, mientras que el sistema parasimpático hace que la velocidad de la respiración se reduzca en situaciones más relajadas. Por suerte, esta conexión entre el ritmo de la respiración y el nivel de activación también funciona de forma inversa, y además podemos controlarlo de forma voluntaria.
Otra forma de regular el nivel de activación y mantener las mariposas del estómago bajo control es establecer una rutina para los días de competición o para otros contextos que se salen de lo habitual. Tener un plan que seguir evita estar pensando qué hacer a cada momento, lo que produce desgaste y nos distrae de las cuestiones importantes. Además, es menos probable que dejemos algo importante sin hacer o preparar si seguimos una rutina. A mayores, el gran beneficio de las rutinas es el efecto que estas tienen sobre el cerebro; al seguirlas, estamos repitiendo experiencias y actos que son familiares para nuestro cerebro, el cual se encuentra cómodo y relajado ante lo cotidiano. De alguna forma, le estás transmitiendo a tu cerebro un mensaje como el siguiente: «tranquilo, esto es como otras veces, ahora hacemos esto, luego lo otro y, al final, todo saldrá bien». Te recomiendo que desarrolles tus propias rutinas; ve probando diferentes opciones hasta encontrar la ideal para ti o la más adecuada para cada tipo de evento al que acudas.
Por último, otra forma de regular tu nivel de activación es construir un buen diálogo interior; esa conversación que mantienes contigo mismo cuando tienes que montar ese caballo que te crea inseguridad, cuando tienes que salir a competir o cuando montas bajo la atenta mirada de las personas de tu centro ecuestre. En estas situaciones, y en tantas otras que generan en ti esas incómodas sensaciones de miedo o intranquilidad, mantener una conversación potenciadora contigo mismo es clave para mantener tu nivel de activación en una zona óptima y no dejar que el miedo, los nervios o la vergüenza te desborden.
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